En los últimos días se ha desatado la nostalgia porque el Newlands Stadium de Ciudad del Cabo (el segundo campo de rugby más antiguo del mundo, después de Lansdowne Road-Aviva de Dublín) va a ser demolido para dar paso al capitalismo especulativo más feroz, ese al que tan acostumbrados estamos: en su solar se construirán viviendas de lujo y oficinas. Por una razón muy simple: es uno de los barrios más lujosos de la ciudad, y por ello en 1961 fue declarado zona de ‘only whites’. Menudean los testimonios de personas de otras razas que han relatado su expulsión del barrio en aquellos años (muy recomendable la lectura del libro ‘A House Divided: Battle for the Mother City’, de Crispian Olver, que no he podido encontrar en castellano).
Morne Du Plessis, capitán de Western Province, salta al césped de Newlands en 1976, para enfrentarse a los All Blacks. Las personas negras solo podían ser policías…
Si el Ellis Park de Johanesburgo ha pasado a la historia, con todas las reservas, como el símbolo del final del apartheid (llevado en volandas por la final del Mundial de 1995 y la figura enorme de Nelson Mandela), el caso de Newlands es justamente el opuesto, aunque en estos días el mundo del oval adolezca de aquellos tics de los años 70 y 80, tan condescendiente entonces ante el régimen criminal de Pretoria con ese discurso tan político y cobarde (aunque se presente como apolítico e inocente) del “deporte está al margen de la política; venimos a jugar a rugby, simplemente”, etcétera.
Newlands Stadium, enclavado desde 1890 en un barrio exclusivo para blancos en la ciudad más segregacionista de Suráfrica (que ya es decir), ha sido hasta este pasado fin de semana el campo donde jugaban como locales Western Province en Currie Cup y Stormers en Super Rugby (en realidad, el mismo equipo), así como de dos clubes de fútbol (Ajax y Santos, que no son ni holandés ni brasileño, respectivamente).
Entre los partidos internacionales que el Newlands Stadium tuvo el dudoso honor de acoger figura aquel famoso Western Province-All Blacks del 17 de julio de 1976 (ganaron los surafricanos por 12-11), en medio de una gira de tres meses de Nueva Zelanda que provocó el boicot en bloque de los países africanos a los JJOO de Montreal. Ya entonces el continente negro se plantó frente a Nueva Zelanda, y el ministro de Deportes -máximo responsable político de los All Blacks, al fin y al cabo- se descolgó con unas solemnes declaraciones profundamente egoístas y racistas: “La libertad del hombre negro en Africa del Sur no puede ser comprada al precio de imponer límites a las libertades del hombre neozelandés“. Casi nada en boca de un político que dirige un país con amplias minorías no blancas (maoríes, etcétera).
Pocos años después, en 1986, los All Blacks -cobardemente camuflados con el sobrenombre de Cavaliers para eludir sanciones oficiales- volvieron a Suráfrica y jugaron su primer test match contra los Springboks precisamente en Newlands, con nueva victoria de los locales (21-15), lo que convertía a la cancha de Ciudad del Cabo en talismán para la selección del apartheid. Bien es cierto que pocos días después Ellis Park también acogió el mismo duelo.
En fin, el listado de partidos políticamente ignominiosos -por mucho que deportivamente fueran el culmen del rugby mundial, y en eso hay pocas dudas- es interminable, pero va quedando poco a poco en el olvido, sobre todo para las nuevas generaciones que no vivieron aquella época. Sin embargo, y de forma sorprendente, llega desde Argentina otra oleada de nostalgia recordando la victoria de los Pumas ante el Southern Universities, en un partido jugado en Newlands, allá por 1965. Puede aducirse que entonces la lucha política contra el apartheid era aún muy incipiente, pero lo que no tiene justificación es reivindicar la gira en 1984 de la selección argentina, también camuflada de forma cobarde como Hispanoamérica XV, ya en pleno boicot internacional contra el régimen de Pretoria. En fin, desde Argentina solo podría recordarse Newlands con cariño si se recurre al debut de los Pumas en el Rugby Championship, ya en época reciente (2012).
En definitiva, lo cierto es que Newlands ha sido durante largas décadas el estadio emblema del régimen del apartheid, utilizado propagandísticamente en el único deporte donde Suráfrica tenía la talla de potencia mundial de primer orden. Por ello, mientras algunos ‘auténticos aficionados’ al rugby -muchos, al parecer- están tristes, la mayoría de la población surafricana quizá contemple con alivio el derribo de un estadio que ha simbolizado la opresión. De este modo, no hay final mejor para Newlands que el partido del pasado sábado en el que Sharks se impuso 9-19 a Western Province en una semifinal de la Currie Cup: fue un partido ramplón, aburrido y sin ningún brillo (como por otra parte han sido la mayoría de los partidos que este año han jugado las franquicias surafricanas entre sí). Y además, perdieron los locales en unas gradas vacías. Mejor así que llenas exclusivamente de ‘only whites’, como estuvieron durante décadas. Cuando la afición ‘no blanca’ pudo por fin entrar, se dedicó sistemáticamente a animar a los rivales de los Springboks. Y eso ha pasado hasta hace muy pocos años. Como prueba, esta imagen. Newlands, hasta nunca.