El ex jefe de árbitros irlandeses, Owen Doyle, solicitó públicamente a World Rugby que actúe con rapidez para prohibir el uso del ruck de “oruga”, una táctica cada vez más frecuente en el rugby internacional y que, según advirtió, ralentiza el juego y afecta el atractivo del espectáculo.
Doyle, árbitro internacional retirado y habitual columnista del Irish Times, cuestionó la forma en que los equipos alargan deliberadamente los rucks, permitiendo que varios jugadores se unan en línea recta detrás del punto de contacto para proteger al medio scrum y facilitar las patadas al fondo del campo.
“El número de patadas al área es una gran preocupación para el juego y su atractivo”, señaló Doyle. Para el ex árbitro, el problema no es solo la patada en sí, sino el origen de esa decisión táctica: una salida lenta del balón desde el breakdown.
Según explicó, cuando se forma un ruck de oruga, pueden pasar hasta 10 segundos antes de que la pelota quede disponible, lo que deriva casi inevitablemente en una patada. En contrapartida, recordó que un ruck rápido, de dos a tres segundos, favorece el juego dinámico y el uso de las manos.
“Una vez que se gana el balón, no se debería permitir que ningún otro jugador se una al ruck. Cuando eso ocurre, el ritmo se pierde por completo”, sostuvo.
Doyle también apuntó a la aplicación de las reglas actuales y consideró que los árbitros deben reforzar el uso inmediato del ‘úsalo’, algo que —según afirmó— se ha relajado con el tiempo. Además, pidió sancionar con mayor firmeza el cierre del balón tras el tackle, una infracción que contribuye a enlentecer el juego.
En relación con la polémica interpretación sobre el “acceso” a los jugadores que persiguen una patada, Doyle aclaró que no se trata de un cambio reglamentario, sino de una norma que existe desde hace años.
“Proteger o bloquear a un jugador que persigue la pelota es, simplemente, obstrucción, como lo fue siempre”, explicó. Reconoció que entrenadores y jugadores no están conformes con esta interpretación, ya que genera más interrupciones, golpes y patadas, pero advirtió que eso no puede justificar permitir la obstrucción.
Además, descartó que World Rugby dé marcha atrás con esta interpretación, ya que implicaría una reforma profunda de las leyes sobre obstrucción y podría generar consecuencias no deseadas.
En el cierre de su análisis, Doyle destacó la actuación del árbitro galés Ben Breakspear, quien dirigió el partido entre Munster y Gloucester por la Investec Champions Cup. A pesar de su juventud, valoró su comprensión del juego y su intuición en situaciones complejas.
“Hay cosas que ningún entrenador de árbitros puede enseñar: se tienen o no se tienen”, concluyó, en una crítica indirecta a parte del arbitraje actual.








