Era un 13 de marzo de 1994 cuando a Diego Elías un tackle le cambió la vida. En un partido amistoso entre su club, Universitario de Tucumán, y un combinado de Santa Fe, quedó cuadripléjico de manera permanente y sus sueños de jugar en la primera de Las Serpientes se desvanecieron.
Pero ésos sueños que se esfumaron les dieron lugar a otros que, con un coraje conmovedor, Diego fue cumpliendo. Aquel chico de 18 años se convirtió en este hombre de 37 (cumplidos el pasado 12 de abril) que acaba de recibirse de abogado con un promedio de 8,50 y que va por el título de escribano en noviembre de este año. Aún así, guarda en un lugar grande de ese inmenso corazón batallador la pasión por el rugby. Y se entrega a la charla con al-Rugby.com.
– ¿De dónde conseguiste las fuerzas para tener esta visión tan optimista de la vida?
-Yo aprendí en la facultad que uno forja su propio carácter. Que las experiencias de la vida son más notorias en nuestra personalidad que lo que nos enseñan en nuestra casa. En estos 18 años desde que pasó aquel suceso pude haberme muerto muchas veces y por eso aprecio las cosas sencillas. Como disfrutar cuando el viento me da en la cara o cuando tomo un café con mis amigos. Cada día que me acuesto siento que es un triunfo por haber vivido un día más.
-Es difícil no guardar algún tipo de rencor…
-Mi visión es que el rugby es un deporte de contacto y que asumimos un riesgo al jugarlo. De todas maneras lo mío fue una circunstancia excepcional. Además, parte de hacerse hombre es aceptar las cosas que te pasan. Ese pensamiento me mantiene tranquilo y no le eché la culpa a nadie. Quizás el culpable fui yo, por no tomar los recaudos necesarios.
-¿Seguís yendo al club?
-Siempre que puedo. En estos últimos dos años mis visitas fueron más esporádicas ya que estuve enfocado en mi carrera. Sí sigo a La Naranja. También estuve en la presentación de la camiseta de Natación y Gimnasia hace muy poco tiempo. Voy a donde me invitan y donde me puedo quedar. A Uni lo llevo en mi corazón. En el rugby los clubes son para siempre.
-¿Quiénes fueron tus mejores amigos allí?
-Sin dudas que Franco Veglia (NdR: ex presidente y actual presidente de la Unión Tucumán de Rugby). Aparte de ser mi médico personal fue alguien que me apoyó siempre. También debe ser el tipo que más quiere al club.
Diego hacía una vida normal de un chico de 18 años en ese 1994. Pero después de aquel diagnóstico del médico en el Sanatorio del Norte de San Miguel de Tucumán, vinieron los tiempos de ponerle el pecho a las balas. Y no le esquivó al bulto. Después de la lesión estuvo un año en Córdoba, en donde pudo sentarse en una silla de ruedas y recuperar el habla. Después llegó un viaje a Cuba, la venta de su casa para costear la operación y el eterno peregrinaje de su padre Antonio, tan valiente como el hijo, para que las cosas se sucedieran de la mejor manera. El hombre vendió su empresa y su auto para darle una oportunidad más a su hijo. Y éste no le falló.
-¿Qué te enseñó el rugby?
-Que las cosas que parecen imposibles se pueden dar. Eso fue algo que me enseñó la selección de Tucumán. Cuando ganó su primer Argentino fue nada más ni nada menos que ante la Buenos Aires de Hugo Porta. Algo casi imposible. Pero ellos lo lograron. En el rugby no llegan los talentosos, llegan los que persisten.
-Tu experiencia las volcaste, justamente, a Los Naranjas.
-Sí. Dí una charla al equipo que participó en el Argentino de este año. Fue por pedido del coach Oscar Prado. Les hablé sobre el testimonio de mi vida. Pasé muchos años (casi 12) entre cuatro paredes. Y sin embargo hoy tengo mis pequeños disfrutes. La semana pasada se hizo la colación de mi promoción y sorpresivamente me entregaron un diploma por ser el segundo mejor promedio. Todos mis compañeros se pararon a aplaudirme. Eso es invalorable: el reconocimiento de tus pares.
-¿Cuál es el lugar del rugby en tu vida?
-Uno muy importante. Me enseñó que se puede ganar y perder.
La charla se va en cuestiones comunes del rugby actual. En su admiración por Cacho Castillo y Agustín Pichot y el lugar que le están dando al rugby nacional. Supieron mantener todo lo bueno que hicieron dirigencias anteriores, resaltó. Recordó la noche que Tucumán venció a Francia en 1988 ya que estuvo presente en el estadio y dijo que es muy bueno que Los Pumas jueguen en Tucumán en junio.
Sabemos que la tribuna tucumana empuja mucho. Si a eso le sumamos el coraje de Los Pumas, entonces estaremos ante la presencia de un gran partido, opinó. Tiene una charla que atrapa en cualquier tema que toque. Tiene un optimismo que llena de vida cada palabra que emite. Una prueba contundente de que la vida es un eterno maul que hay que llevarlo hacia adelante. Que si te caés tenés que limpiarte la cara y seguir empujando. Ahí está Diego, llevando la suya, con un coraje que todos deberían ver.
Por: Juan Urchevich
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