A través de la escritura – su gran pasión – Sebastian E. Perasso, encuentra en esa forma de expresión, un canal para tratar de hacer una contribución cierta hacia el juego. Su capacidad de observación de la realidad del deporte, y del rugby en particular, sumada a su vasta experiencia en el juego, lo colocan en un lugar privilegiado para desmenuzar la problemática del deporte del rugby.
“Los desafíos despiertan talentos que de otra forma permanecerían dormidos.” Verónica de Andres
Quienes integramos las filas de este increíble deporte, sabemos que el rugby contiene grandes bondades y cualidades sin parangón. En el rugby conviven varias circunstancias o razones que hacen del mismo un deporte único.
Su verdadera grandeza radica esencialmente en que todos pueden practicarlo no solo con habitualidad sino también de manera competitiva. Los altos y los bajos, los delgados y los morrudos pueden no solo practicarlo sino también tener algún suceso en este deporte. Bajo esa atmósfera de inclusión y grandeza, cada uno podrá ser valioso y útil en el lugar que corresponda.
Por otra parte, existe otro aspecto particular que lo hace también diferente. Después de una dura batalla, jugadores, entrenadores, referí y algunos espectadores tienen la oportunidad de compartir un “tercer tiempo”. Es decir, una suerte de agasajo que el equipo local brinda a sus ocasionales visitantes cualquiera fuera el torneo, los vaivenes del juego y el resultado del partido. Una rareza en tiempos de bravuconadas y egoísmos tan marcados.
Por último, otra arista que lo hace distinto es su honestidad y franqueza para practicarlo.
El rugby es un deporte de contacto y, por ende, solo puede ser practicado por jugadores que tengan absoluto control y por sobre todas las cosas buena intención. Sería de necios creer y decir que no hay jugadores mal intencionados pero, también es cierto, ellos conforman la excepción y ratifican la regla. No obstante ese panorama descripto, quien no conoce el juego desde adentro convive con prejuicios o preconceptos que resultan difíciles de desterrar.
El primer prejuicio es de aquellos que dicen que “el rugby es un deporte violento”.
No hace falta más que indagar en la realidad de cada fin de semana para corroborar que la inmensa mayoría de los jugadores saben de qué se trata el respeto y el autocontrol. De lo contrario, un deporte con esas características no podría lisa y llanamente jugarse.
Un claro ejemplo es que la Unión de Rugby de Buenos Aires (que nuclea alrededor de 40.000 jugadores) organiza más de 10.000 partidos por año sin contar los encuentros de rugby infantil.
Dentro de esa catarata incesante de partidos, posiblemente coincidamos que en la enorme mayoría de los casos el rugby se lleva adelante con respeto y corrección. En ese contexto, los hechos de violencia son esporádicos y excepcionales.
Otro preconcepto arraigado en la sociedad es que “el rugby es peligroso”.
Es cierto que si deberíamos buscar un talón de Aquiles, las lesiones deberían estar a la cabeza. Sin embargo, se ha trabajado para reducir las lesiones a su mínimo exponente a través de distintas acciones.
El reglamento y sus nuevas reglas, han tratado de proteger al jugador. La educación de los jugadores y su preparación física también contribuyen a reducir las lesiones. No obstante, en el universo del rugby infantil ese prejuicio tiene menor asidero aun.
Estadísticas sobre lesiones realizadas por el San Isidro Club en 2011 dan cuenta de que solo el 0,41% del los jugadores se lastima durante una jornada rugbística. Asimismo, la gravedad de esas lesiones es muy baja. El mismo estudio marca que el 26% de las lesiones son calificadas como muy leves, el 37% como leves; el 26% son moderadas y tan solo 11% son graves. En definitiva, la sensación de peligro o temor resulta mucho mayor a los acontecimientos que contienen una cuota de peligrosidad.
Están aquellos que dicen que el rugby es “un juego solo para los fuertes”.
No obstante tal presunción el rugby es un deporte inclusivo por excelencia, donde todos quienes desean practicar un deporte tienen espacio o lugar. En otros deportes la mayoría de los niños se lleva consigo frustraciones. Podemos citar al fútbol que requiere de destrezas técnicas y físicas elevadas; al básquet que necesita de un prototipo de hombre alto y atlético, o el voley y el golf que requieren en los niños de una técnica y motricidad final muy desarrollada.
En el rugby, por el contrario, no hay excluidos porque cada uno puede ser valioso donde le corresponda. Esa aureola de grandeza e inclusión implica que cada niño puede encontrar en el juego su lugar donde crecer y evolucionar. A partir de allí, la autoestima, la confianza y la motivación de los niños se verá recompensada.
Muchos podrán decir que en la alta competencia el rugby es solo para elegidos, para quienes cuentan con talento y un físico privilegiado. Si bien estoy lejos de pretender refutar esa afirmación, es cierto también que muchos pequeños se entrometen en un mundo de gigantes.
El rugby es una disciplina mental y en ese sentido no pocos jugadores, sin ser tan grandes ni fuertes, han logrado tener un importante suceso en el rugby de elite.
En nuestras tierras, Diego Albanese ratifica esa afirmación. El emblemático wing de Los Pumas (47 test match y 3 mundiales disputados) demuestra que la fortaleza mental muchas veces es capaz de suplir limitaciones físicas.
A continuación, un texto del entrenador José Oviedo Oller, de Carlos Paz Rugby Club, nos describe y acerca las bondades de un juego colectivo e inclusivo como ningún otro. Dice así:
“Hay muchos elementos positivos en “el más colectivo de los deportes”. Los jugadores de ambos equipos están mezclados en todo el campo de juego, no los separa una red y están constantemente en contacto entre sí. De este carácter colectivo se deriva la multifuncionalidad; desmitificando aquello de que el RUGBY es sólo para grandotes, podemos decir que más bien se trata de un “Zoológico de Gente”, en el que todos encontrarán su puesto. Las jirafas servirán para saltar, las gacelas para correr, los osos para empujar y los búfalos para chocar. Habrá “águilas” que con su “panorama” guiarán a monos acróbatas, ratoncitos escurridizos, leones poderosos y perros de caza con la astucia de los coyotes. Todos tendrán su trabajo específico y se sentirán útiles en lo suyo.”
Por último, se sostiene con frecuencia que “El rugby es un deporte elitista” pero, a la luz de los hechos, ese preconcepto hoy no tiene sustento en la realidad.
Esta demostrado que en la actualidad el rugby se practica en todos los estamentos sociales. Hoy, el rugby social esta diseminado por todo el país. Solo por citar algunos ejemplos, la tarea social alrededor del rugby de Santiago Paravano en Córdoba, de José Oviedo en Villa Carlos Paz, de Gerardo Blanche en Tucumán, de Leonardo Laurido en Nogoya, Entre Ríos, de Carlos Moyano en Viedma, de Gabriel Villalba y Alejandro Moreno en General Roca, y del “Indio” Lugones en Ingeniero Jaccobazzi de la Provincia de Rio Negro, constituyen el fiel reflejo de una apertura del rugby hacia todos los rincones de nuestra comunidad. Muy cerca de mi hogar, el proyecto Virreyes y la obra de Botines Solidarios también florecen y merecen un reconocimiento.
Por otra parte, un dato no menor: el rugby ha llegado hasta las cárceles.
En los penales, el juego goza de un crecimiento sostenido en los últimos años y constituye una muestra acabada de que nuestro deporte llega a toda la sociedad.
Así las cosas, todos nosotros como hombres de rugby, tenemos el deber de desterrar esos prejuicios como presupuesto para que más y más niños y jóvenes de todas partes puedan descubrir y disfrutar las bondades de este grandioso deporte.
“Cuando el esfuerzo es empujado por la ilusión, ya no se llama esfuerzo, sino desafío”, Jorge Valdano
En la página de Espartanos, la ONG que revolucionó las cárceles utilizando al rugby como herramienta de educación e inserción social para los presos, hay un video corto...
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