A través de la escritura – su gran pasión – Sebastian E. Perasso, encuentra en esa forma de expresión, un canal para tratar de hacer una contribución cierta hacia el juego. Su capacidad de observación de la realidad del deporte, y del rugby en particular, sumada a su vasta experiencia en el juego, lo colocan en un lugar privilegiado para desmenuzar la problemática del deporte del rugby.
Quien ejerce la autoridad debe fijar límites claros y hacerlos respetar. Pero además debe ser capaz de explicar el motivo de esos límites y eventualmente sancionar.
Como entrenadores debemos tener en cuenta que el límite no es un castigo. El castigo es el fracaso de un límite que ha sido puesto.
El límite es preventivo y siempre tiene un valor educativo porque permite aprender a tomar responsabilidades por las consecuencias de los actos. El límite evita los peligros.
En función de ello, es muy importante que el límite no sea formulado como castigo sino como resultante de los propios actos.
Frente a los límites impuestos pueden surgir rebeldías de los niños.
– Hay que decir que la rebeldía es posible solo ante quien ejerce autoridad, porque solo hay actos de rebeldía si existe y se reconoce una autoridad.
– Las rebeldías muchas veces son percibidas como una negación de la autoridad (del padre, entrenador o maestro por ejemplo) cuando en realidad constituyen una aceptación tácita de ésta.
– En rigor, si existe rebeldía es porque existe también una autoridad.
– Mediante la rebeldía los niños buscan los límites y fortaleza en la autoridad que ejercemos.
Por ello, con la rebeldía los menores ponen a prueba nuestra autoridad y la utilizan para su propio crecimiento.
Es así que en muchas ocasiones rebelarse es un pedido a que la autoridad se ejerza con mayor fuerza y convicción.
– Los premios y castigos son un aspecto importante del sistema positivo en la enseñanza.
Para un adulto los premios, elogios o recompensas deben reunir determinados requisitos (merecido, medido, sincero y espaciado en el tiempo) de lo contrario quienes lo dispensan perderán credibilidad y por otra parte su mensaje carecerá de la fuerza suficiente.
No todos los comentarios de un coach deben ser elogiosos porque esta claro que un exceso de elogios pondría en duda la credibilidad del entrenador. No obstante, en el mundo del rugby infantil el panorama es francamente distinto.
En efecto, el elogio en esta etapa tiene condimentos diferentes. Ello es así porque en esta etapa de crecimiento y desarrollo, los niños necesitan elevar su autoestima, su confianza, su motivación y su sentido de compromiso. Necesitan sentirse importantes y sobre todo valorados.
El elogio es a esos efectos una herramienta extraordinaria para elevar sus habilidades psíquicas o mentales.
Gracias a los elogios, el involucramiento del niño será mayor y de esa manera podrá elevar su compromiso con la tarea que lleva adelante.
Por otra parte, el entrenador debe premiar la ejecución y no necesariamente el desenlace, porque es importante recompensarlos más por sus esfuerzos que por sus éxitos.
Si nos referimos al castigo también forma parte del sistema positivo en la enseñanza. El castigo es una reacción a un comportamiento percibido como una transgresión o falta y tiene por objetivo hacer cesar el comportamiento inadecuado lo más rápido posible.
¿Cuando es necesario el castigo?
– Cuando resquebrajan la convivencia de los demás.
– Cuando son un problema para la atención y disciplina del resto.
– Cuando su conducta es peligrosa para él, sus compañeros o rivales.
En esos casos deben ser apartados transitoriamente para recomponer la paz, armonía y tranquilidad del grupo.
¿Cómo debe ser el castigo?
El castigo debe reunir los siguientes condimentos:
– Correctivo: A los efectos de detener un comportamiento nocivo.
– Coherente: Significa que todos los que infringen las mismas normas deberían recibir similar castigo.
El castigo nunca debe ser reemplazado por una actividad física, porque se estaría enviando a los jugadores un mensaje erróneo, diciendo tácitamente que el ejercicio físico es desagradable y debería ser evitado.
¿Cómo enfrentarse a la mala conducta?
A veces ignorar la conducta de quien obró mal puede ser una solución. En ciertas ocasiones los jugadores actúan mal para llamar la atención. Si no le damos entidad al acto no estaremos estimulando ni reconociendo lo que hace.
El castigo no siempre funciona y a veces resulta contraproducente si se lo utiliza indebidamente. Si se reconoce los comportamientos negativos, se le esta prestando atención y reforzándolos. Sin embargo, en la mayoría de los casos una mala conducta no puede pasarse por alto. Cuando es una conducta peligrosa para él y los demás, ya que perturba las relaciones del grupo, entonces será necesario tomar medidas inmediatas.
Hay que castigar la conducta, explicándola para que no se repita; aunque primero se debe hacer una advertencia y si persiste recién allí se deberá castigar.
¿Cómo se debe castigar?
Las sanciones se deben ejecutar con:
– Claridad: Significa que los niños deben sabera de antemano que se puede hacer y que no; que esta prohibido y que esta permitido. En definitiva que es lo que merece castigo y lo que no lo merece.
– Consistencia: Implica que debemos sostener la sanción impuesta porque de lo contrario perderemos coherencia y nuestra propia credibilidad como autoridad.
-Coherencia: Se traduce en la necesidad de que ante la misma conducta como consecuencia vaya la misma pena. De lo contrario se resquebraja la unidad y fortaleza del grupo.
¿Cuáles son las sanciones?
Cada institución deportiva debería contar con un “protocolo de actuación” en el que esté perfectamente especificado las distintas penitencias y las acciones merecedoras de sanción.
Clases de sanciones:
– Llamado de atención (establecemos los límites)
– Apercibimiento
– Advertencia (los alertamos de las consecuencias de su accionar)
– Quita de tiempo (time-out)
– Quita de privilegios
Es importante que ante una sanción (ejemplo: el jugador sale cinco minutos de la cancha) el niño sepa que el entrenador sigue teniendo el control sobre él y que su conducta también sigue siendo observada.
Tener el control significa que el jugador que sale no puede “hacer cualquier cosa” sino que debe sentarse en el lugar que indica el coach y durante el tiempo que ha establecido oportunamente. Es decir que “el donde y “hasta cuando” lo determina el entrenador.
¿Cómo debemos actuar cuando sancionamos?
– Con firmeza.
– Con claridad.
– Con autocontrol.
Si el entrenador no comunica la sanción con firmeza y determinación podemos llegar a confundir a los jugadores y llenarlos de dudas.
Transmitir con claridad implica que debemos utilizar un vocabulario sencillo, de frases cortas y de alto poder de impacto.
Es fundamental que el coach mantenga en todo momento un control sobre si mismo. Es habitual que la mala conducta en forma reiterada genere altos índices de enojo e irritación en los entrenadores. No obstante, el entrenador debe conservar la calma en todo momento. Si no logra el dominio y control de su conducta, las posibilidades de encauzar la situación y decidir correctamente se verán notablemente menoscabadas.
Por último un dato sustancial. Se debe poner énfasis en castigar la conducta y no al sujeto.
Ejemplo incorrecto: “Juan sos un vago e irresponsable”
Ejemplo correcto: “Juan, no debes llegar tarde porque desorganizas la practica y hacer perder la atención al grupo.”
Como entrenadores debemos procurar que toda sanción o castigo lleve consigo un valor educativo, que sirva de lección para que no se reitere nuevamente.
La buena sanción se siente en el hecho de ser educativa. La sanción debería hacer comprender al menor su comportamiento inadecuado y al mismo tiempo conocer cual es el comportamiento apropiado.
Los padres, entrenadores, profesores y educadores en general deberían establecer e informar las consecuencias de las transgresiones para de esa manera no reaccionar en forma desmedida y emocionalmente.
Cualquiera que sea el sistema de enseñanza, toda sanción debe ser proporcional a la gravedad de los hechos y a sus posibles antecedentes.
Mientras que el castigo corre el riesgo de empeorar la relación entre el que castiga y el que es castigado, la reparación enfrenta al niño a sus responsabilidades.
Si el niño desea reparar eso induce necesariamente al reconocimiento de sus propios actos y al deseo de cancelar las consecuencias o de alguna manera compensarlas con actos positivos.
Si se logra reparar el daño entonces la sanción tiene el carácter de positiva.
Proponer un castigo que este acompañado de una reparación permite que el niño tome verdadera conciencia de sus actos y reflexione sobre ellos.
La reparación vuelve su dignidad tanto a la persona que sufre de una injusticia como a la que la cometió.
Por otra parte algo muy importante. La reparación restaura el vínculo y permite “reconstruir” una buena imagen de sí mismo y reinstalarse en el grupo.
En la página de Espartanos, la ONG que revolucionó las cárceles utilizando al rugby como herramienta de educación e inserción social para los presos, hay un video corto...
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