A través de la escritura – su gran pasión – Sebastian E. Perasso, encuentra en esa forma de expresión, un canal para tratar de hacer una contribución cierta hacia el juego. Su capacidad de observación de la realidad del deporte, y del rugby en particular, sumada a su vasta experiencia en el juego, lo colocan en un lugar privilegiado para desmenuzar la problemática del deporte del rugby.
Por sus características distintivas el juego del rugby se manifiesta como la representación de la vida misma.
No hay dudas que sus mensajes, lecciones y enseñanzas pueden volcarse con eficacia dentro de ella.
Varias razones son las que permiten trasladar las lecciones del juego a la sociedad en la que vivimos.
El rugby da un marco de contención y disciplina a quien lo practica porque lo primero a que deben abocarse los niños es al cumplimiento de las reglas de juego y asimismo a la autoridad de quien conduce y esta designado para impartir justicia deportiva.
Subordinarse a las reglas preestablecidas y a la autoridad encargada de impartir justicia dentro del campo de juego es la regla número uno, tanto en la sociedad como en el deporte. Dentro de ese marco (existencia de reglas y una autoridad que las haga cumplir) se crean las condiciones necesarias para poder encauzar la conducta de los niños.
Desde muy pequeños los menores podrán nutrirse de provechosas enseñanzas en torno al juego. Algunas son propias de todo deporte y otras tantas llevan el sello distintivo del rugby mismo. En cualquier caso, esas enseñanzas son el pasaporte para mejorar a los niños y consecuentemente a la propia comunidad.
El deporte y el rugby en particular constituyen una poderosa herramienta para fomentar la socialización.
Ese paralelismo entre el deporte y la vida es analizado por uno de los personajes más prestigiosos y pensantes de nuestro fútbol. Jorge Valdano en su libro “Los 11 poderes del líder” expresa la similitud entre el deporte y la vida: “Todo juego de equipo es un gran simulador de la vida, en el cual se pone a prueba los limites individuales y el espíritu colectivo.” Y continúa: ”De una experiencia deportiva se vuelve siempre con conocimientos que pueden ser aplicables a cualquier ámbito de la vida.”
Esa conexión entre el deporte y la vida social se ve plasmada nítidamente en los siguientes aspectos:
1) Aceptación de las reglas del juego:
Las reglas de juego determinan el conjunto de acciones válidas, prescriptas y prohibidas durante la práctica deportiva.
Las reglas tienen una importancia fundamental ya que no solo establecen un marco de igualdad al que deben someterse todos los participantes, sino que además caracterizan y configuran las modalidades y acciones más distintivas de cada deporte.
Las reglas contribuyen a definir y a configurar la esencia de cada deporte diferenciándolo de los demás.
En primer lugar conviene ser consciente y tener presente que la mera existencia de reglas supone un valor educativo importante.
En ese marco, el aprendizaje de las reglas del juego deportivo contribuye al desarrollo moral de los niños.
Todas las situaciones que se generan en torno al juego pueden ser aprovechadas en un sentido formativo, orientado hacia la adquisición progresiva de una moral autónoma.
El rugby no es tan solo un deporte cuya práctica requiere ajustarse a las leyes de juego, sino también al espíritu de esas leyes.
Quien lo practica debe aceptar e incorporar las leyes de juego, pero además debe obedecerlas, respetarlas y también hacerlas obedecer y respetar.
Acatar y respetar las reglas de juego es una lección propia del deporte que puede trasladarse a la vida diaria.
Que existan normas implica la necesidad de establecer y fijar límites, y tratar de respetarlos. Ello resulta fundamental.
Imponiendo reglas que deben cumplirse, producto de la naturaleza misma del juego, quienes practican deporte comienzan a saber que “no todo esta permitido” y que su conducta deberá encuadrarse dentro de los parámetros propios de la actividad.
Dentro del contexto del deporte, en el cual se establecen límites claros y precisos, se podrá construir un sendero, un camino, donde los niños puedan conocer lo que esta permitido y lo que no lo esta.
2) Respeto a la autoridad:
En el rugby la figura del referee es sagrada. Es el encargado de impartir justicia dentro del campo de juego y sus decisiones no se discuten. Son respetadas y acatadas en todo momento y en cualquier circunstancia.
El respeto a las normas es fundamental a la hora de incorporar a los niños a un sistema social donde deben respetarse las leyes que gobiernan la vida en sociedad.
Esta claro que en la sociedad actual el respeto a la autoridad ha sido denostado sistemáticamente y por ende ha quedado devaluada a su máxima expresión.
Ese desdén se ha expandido como regadero de pólvora en todos aquellos que ejercen alguna clase de liderazgo.
Nadie ha quedado a salvo de semejante atropello a la autoridad. Hoy en día, nadie esta exento de perder autoridad en medio del imperio de la anarquía.
En un escenario en el que tácitamente todo esta permitido se esta dando a los niños un mensaje confuso y hasta perverso.
Padres, maestros, profesores, entrenadores o policías por citar solo algunos, sufren por igual el arrebato a la autoridad que emana de su cargo o profesión. Todo ello enmarca un escenario tremendamente delicado que requiere de urgentes medidas que conduzcan a sanear una autoridad que ha sido pisoteada.
Frente a esa situación, el rugby puede representar una oportunidad para recuperar la autoridad extraviada. El rugby puede contribuir a recomponer la figura de la autoridad.
Quienes practicamos deporte sabemos que las decisiones que emanan de la autoridad son “indiscutibles” porque vulnerar y desconocer sus fallos nos acerca al caos y nos pone en una situación de orfandad normativa.
No respetar la investidura del referee implica apartarse de la reglas de juego y transitar el deporte alejado de sus bondades.
3) Aceptación de la diversidad:
Lo hemos mencionado en otro capítulo. El rugby es un juego para todos. Cada posición o puesto, requiere atributos específicos y a su vez distintos de los demás. En el deporte, aprendemos a convivir con el otro. Formamos parte de una familia con ribetes muy diferentes. Sin embargo, nos encolumnamos, trabajamos unidos y hacia una misma dirección.
4) Aceptación de diferentes roles:
En el rugby como en la vida cada uno cumple un rol particular. Seria imposible que todos los jugadores o ciudadanos hicieran lo mismo porque la tarea de uno se superpondría sobre la del otro y no se extraería lo mejor de cada uno.
Jugar como un equipo implica aceptar y respetar que cado uno es valioso en un aspecto determinado, en algo puntual.
En la sociedad cada uno de sus miembros también cumple un rol distintivo y especifico.
Esa diversidad es esencial para una comunidad porque la enriquece y le da un valor agregado en beneficio del todo.
La sociedad necesita de ciudadanos “distintos” que cumplan funciones y roles específicos.
La diversidad es el secreto para que una comunidad se desarrolle y funcione. Es el detonante para que pueda crecer, evolucionar y prosperar.
Aquí, en este caso puntual surge otro ejemplo tajante del paralelismo entre el deporte y la vida.
“El deporte tiene el poder de inspirar, de unir a la gente; tiene la capacidad de derribar las barreras sociales.” Nelson Mandela
“Todo lo que la vida exige de un hombre lo encuentra, ordenado, en un equipo de rugby.” Kleber Haedens
En la página de Espartanos, la ONG que revolucionó las cárceles utilizando al rugby como herramienta de educación e inserción social para los presos, hay un video corto...
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