Así recordó el momento de la tragedia el rugbier argentino Iván Corolenco, que vive en L´Aquila; en diálogo con lanacion.com, contó que “cada tres casas, una se derrumbó”. Hasta el momento hay más de 200 muertos y muchos desaparecidos.
Iván Corolenco, un argentino de 28 años que vive en L´Aquila, no sale de la conmoción por el trágico terremoto que azotó a Italia. “Fue algo muy feo, la pasamos mal en serio”, relató a lanacion.com en diálogo telefónico.
Corolenco, a salvo en la casa de un amigo italiano en la ciudad de Rieti, es uno de los cuatro argentinos que juegan en el equipo de rugby de L´Aquila, la ciudad italiana donde se registró el epicentro del trágico sismo. “Gracias a Dios la casa donde vivimos es una estructura nueva y aguantó. O sea, está media venida a pedazos, pero no pasó nada”, contó sobresaltado por la situación.
“Tuvimos tiempo para salir, aunque desnudos, a la intemperie, con cinco grados bajo cero. Zafamos, pero la gente que vive en el centro realmente la está pasando muy pero muy mal”, describió el rugbier, quien vive junto a otros dos argentinos en un segundo piso de un edificio situado a unos 10 minutos del centro histórico de la ciudad.
Un cuarto ciudadano argentino que comparte el equipo con Corolenco también logró salvarse de la tragedia, aunque este en su casa más próxima a una zona de montañas. “El tuvo mucha suerte, tampoco le pasó nada”.
“Cada tres casas, una se vino abajo, se derrumbó. Los otros extranjeros que vivían en el centro han perdido todo”. relató. Este joven argentino comparte el departamento y logró escapar junto a otros dos ciudadanos argentinos: Daniel Rocuso, de 26 años, y Emanuel Giacopini, de 22. En tanto, el otro ciudadano que sobrevivió en una zona más alejada fue Alejandro Morelo, de 36.
Con la voz aún entrecortada por la desesperante situación, Corolenco revivió el momento de la tragedia. “Estábamos durmiendo, eran las 3.30 de la mañana. Recién habíamos vuelta de Cerdeña, donde habíamos jugado con el equipo. Volvimos a las 23 y nos fuimos a dormir”.
Y agregó: “Ya sabíamos de los terremotos porque hace tres semanas que vienen habiendo temblores. De hecho, a las 23, cuando volvimos, hubo uno bastante fuerte. Después de eso yo me fui a dormir, aunque mis otros compañeros de casa no lo lograron porque estaban asustados. Y ahí se vino un terremoto terrible”.
“Salimos corriendo desnudos hacia un estacionamiento donde iba toda la gente”, recordó. “Luego volvimos para el edificio donde tenemos el departamento y entramos, y cuando estábamos arriba buscando la ropa para cambiarnos hubo otro temblor. Al pique afuera, dejé todo: computadora, documentos, ropa, todo”, señaló con resignación.
Por Juan Pablo Bacino
De la Redacción de lanacion.com
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