El rugby internacional amaneció con una noticia de alto impacto: Sevu Reece, una de las armas ofensivas más determinantes de los All Blacks, jugará en Perpignan a partir de la temporada 2026/27. El club catalán confirmó la incorporación del wing, quien firmó un contrato por tres años, en un movimiento que también reaviva un viejo debate en Nueva Zelanda: la política de selección para jugadores que actúan en el exterior.
Con este cambio de rumbo, la presencia de Reece en el próximo Mundial queda prácticamente descartada, ya que la NZR mantiene una postura estricta respecto a convocar únicamente a rugbiers que se desempeñan dentro del país.
El efecto inmediato del anuncio apunta directamente al plano internacional. Si bien la Copa del Mundo aún está lejos, la decisión de Reece de emigrar a Francia deja poco margen de especulación:
los All Blacks no podrán contar con él mientras juegue en el exterior.
La situación no sorprende a nivel administrativo, pero sí impacta desde lo deportivo. Reece es, a los 27 años, uno de los wings más desequilibrantes del planeta y el máximo anotador de tries en la historia del Super Rugby.
Perpignan apuesta fuerte en medio de un panorama complejo
El arribo de Reece se confirma en un escenario deportivo crítico para Perpignan, que atraviesa una temporada para el olvido: 11 derrotas en 11 partidos, un solo punto sumado y el último lugar del Top 14.
Con este presente, la posibilidad de jugar el próximo año en el Pro D2 es cada vez más concreta.
Aun así, el club catalán apuesta a una reconstrucción profunda. La llegada de Reece no solo implica jerarquía deportiva, sino también un golpe de efecto en materia institucional y de mercado.







