JOHANNESBURGO. En Sudáfrica, donde las caras blancas están ausentes de la multitud que llena los estadios, el fútbol sigue siendo un “enclave racial” negro heredado de la política segregacionista del apartheid, una situación que difícilmente podrá cambiar con el Mundial.
“El fútbol es un enclave racial en este país”, lamenta Joe Latakgomo, periodista deportivo desde los tiempos del apartheid y autor de un libro sobre la historia del fútbol sudafricano, Magia del sur.
El Mundial que se disputa entre el 11 de junio y el 11 de julio “dejará claro que el fútbol no es algo malo, pero eso no quiere decir que se vayan a ver a los padres blancos incitando a sus hijos a jugarlo”, explica Latakgomo.
Matthew Booth, conocido defensa blanco de la selección sudafricana, admite esta realidad. “Hará falta una nueva generación de aficionados para atraer a los blancos, a los mestizos y a los indios a los campos de fútbol”, asegura.
Durante la Copa de Confederaciones de junio de 2009, que fue un ensayo general para el Mundial, “conseguimos atraer a muchos nuevos seguidores para la selección, pero esto no quiere decir que vayan a ver partidos del campeonato”, explica Booth.
La paradoja es que los sudafricanos no negros no son reacios al fútbol y se interesan mucho por los campeonatos europeos, muy populares en todo el país.
En los años sesenta, clubes locales como el Cape Town City FC o el Hellenic atraían a miles de hinchas blancos, y la comunidad india en Durban tenía jugadores de alto nivel.
Pero los clubes blancos desaparecieron y la selección actual, los “Bafana Bafana” (chicos, en lengua zulú) no tienen ni un jugador indio.
Las maniobras políticas del Régimen del apartheid encerraron el fútbol en los “townships”, los guetos negros construidos fuera de las ciudades, en donde se acumulaba la mano de obra con la que funcionaba la economía segregacionista y en donde el fútbol servía como una vía de escape a la represión.
Durante el apartheid, la federación blanca (SAFA), que fue finalmente excluida de la FIFA en 1976 tras 14 años de suspensión, fue la impulsora de la desaparición del fútbol multirracial, y llevó a los patrocinadores y las organizaciones deportivas hacia una organización exclusivamente negra.
Transición. En los años de transición hacia la democracia, al principio de la década de los noventa, los clubes blancos empezaron a mezclar jugadores y los equipos formados por jugadores del mismo origen (descendientes de portugueses y griegos) empezaron a desaparecer.
Hoy en día, los blancos han dejado completamente de lado el fútbol local y son seguidores del rugby y del cricket. “El miedo es otro factor a tener en cuenta. Muchos estadios de fútbol están situados en los “townships” y los blancos no se sienten muy cómodos”, explica Booth.
El defensa debe su pasión por el fútbol a su padre, que también era futbolista. “En la escuela, nos obligaban a jugar rugby o cricket, los deportes de los chicos blancos”, recuerda Booth.
Este sistema sigue vigente y contribuye a la separación de los deportes en función de las razas. Hoy en día, las escuelas blancas siguen sin dar a sus alumnos la posibilidad de jugar fútbol, mientras que las escuelas de los townships no proponen ningún deporte porque no tienen recursos económicos. (AFP)
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