Se desploman, se emocionan, se pellizcan. Se gritan, se abrazan, saltan. Dicen no estar del todo conscientes de lo conseguido. Se contienen, se quiebran, miran al cielo encontrando alguna explicación.
Ellos no la tienen. Recuerdan aquellos entrenamientos virtuales o el encierro que se autoimpusieron para que el coronavirus no encuentre resquicio alguno. La bandera argentina ya flamea en una de las esquinas del Tokyo Stadium, justo a metros de una de las pantallas en las que quedó grabado el 17-12. Indeleble. Para la historia.
El triunfo de los Pumas 7′s ante el siempre duro Gran Bretaña ya es más que una anécdota. Es la primera medalla de la delegación argentina en Tokio 2020. Es la primera presea olímpica -en mayores- del rugby nacional. El sueño cumplido de un grupo de jóvenes. La obsesión de un cuerpo técnico que trabaja en este proyecto desde hace seis años. Un éxito que no es de casualidad; es el bronce de la causalidad.
Santiago Gómez Cora es el arquitecto; Gastón Revol, el corazón; Marcos Moneta, el velocista de las zancadas imposibles y los puntos clave (acumuló seis tries); Santiago Mare, el de las manos mágicas y las patadas precisas. El grupo tiene una composición que cruza todas las etapas de formación y evolución. Revol (34) es el emblema por el que dejaron el corazón ante Sudáfrica, en el partido que no se notó la inferioridad numérica (”La primera expulsión que motiva”, apuntan por lo bajo). Rodrigo Isgro, Lucio Cinti, Ignacio Mendy, y Moneta, los jóvenes a los que Gómez Cora fue a buscar; el trabajo de base que pensaba en París 2024 y, buen nivel mediante, aceleró los tiempos. Santiago Alvarez Fourcade, Lautaro Bazán Vélez, Santiago Mare, Germán Schulz, Rodrigo Etchart y Felipe Mestre suman experiencia y cabeza fría. “Una familia”, resume Mare. “Un grupo en el que todos podemos mirarnos a la cara, sabiendo que dejamos todo por el otro”, dice Alvarez Fourcade. “El que no viene a dar no puede ser parte de este equipo”, sentencia Gómez Cora.
El plan lleva más de un lustro, con trabajos en juveniles y mayores. Con detección de talentos y planificaciones a lago plazo. Como aquella pretemporada de enero 2020 que, pandemia mediante, duró dos años. Como la presencia de Cinti, Mendy y Moneta, los chicos dorados de los Juegos de la Juventud 2018 que ahora son acumuladores de medallas. “Teníamos un plan muy bueno para el año pasado que se cayó abajo, pero la convicción de este grupo hizo que podamos llegar de la mejor manera”, comenta Gómez Cora, en diálogo con LA NACION, mientras sus dirigidos cantan y se graban, para inmortalizar este instante olímpico en sus teléfonos. Todos con la emoción a flor de piel y gritos de incredulidad.
“Cuando trabajás mucho te cae esta emoción”, apunta el head-coach. Y añade: “Todo nos cuesta desde la Argentina, por lo económico, por lo que fue difícil no salir a entrenar, por los viajes. El argentino vive de eso. De la resiliencia. Nos saca lo mejor. Es cierto que no se puede vivir en ese estado, pero sí sirve para momentos de inyección anímica. Es un equipo que se convenció en la adversidad”.
Puertas adentro no saben cuándo terminará la fiesta. Cuándo habrá freno para el desahogo. Algo sí está claro en el cuerpo técnico: será tiempo de dormir (los últimos tres días acumularon horas de trabajo y hoy esperaron el partido por el bronce encerrados en un vestuario del estadio) y de tomar apuntes para el futuro. Si cruzar los cuartos de final era lo más parecido al Rubicón, la medalla de bronce es el espaldarazo. Mientras las imágenes del duelo ante Gran Bretaña se siguen multiplicando. Lo tries, la pelota que se pescó en los últimos segundos, el derrumbe sobre el césped tras el silbatazo final. En los altavoces del estadio suena Babasónicos. Dárgelos se pregunta “¿Y qué?”. Música contextual para el disfrute.
El camino hasta el bronce no fue sencillo. “Después de cada partido no hablamos de medallas ni de campeonatos. Fuimos hablando siempre de la siguiente jugada, del siguiente rival. Fue todo paso a paso”, revela Gómez Cora. Se le ganó a Australia, no se pudo con Nueva Zelanda, hubo goleada a Corea del Sur, se derrotó a Sudáfrica en un cuartos de final épico, se cayó ante el dorado Fiji y se hizo historia contra Gran Bretaña. “Jugamos contra todas las potencias”, repiten en los pasillos del Tokyo Stadium. “Estábamos de colados en este baile, pero ahora somos felices de ser protagonistas”, lanzan desde el cuerpo técnico. El invitado que armó su propia fiesta después de años en silencio. El proyecto que tiene su merecido desahogo.
Por Javier Saúl
La Nación