Tras la conflictiva salida de Phelan a fines de 2013, Daniel Hourcade se hizo cargo de entrenar a Los Pumas, que fueron subiendo de nivel hasta llegar al cuarto puesto en el Mundial de Inglaterra.
Corrían los últimos meses de 2013 cuando Santiago Phelan, en medio de un conflicto, dejó la conducción de Los Pumas antes de que el equipo viajara a Europa para la gira de fin de año.
La necesidad de contar con un entrenador inmediatamente fue subsanada con la contratación del tucumano Daniel Hourcade, conocido por su paso en Pampas XV. Pero la designación parecía que era simplemente temporal, para cubrir el hueco.
El panorama era negro, más aún después de las caídas sufridas ante Inglaterra y Gales, sobre todo ésta última, que no pudo borrar el triunfo ante Italia.
Aparecían nombres extraños en la formación como los de Joaquín Tuculet, Santiago Cordero, Tomás Lavanini y otros. Se acercaba la octava Copa del Mundo y el clima no era el mejor.
Dos años después muchos de esos nombres que empezaban a escucharse estaban pisando Twickenham y “paseando” al Barbarian FC. Y un mes antes habían llevado la camiseta celeste y blanca al cuarto puesto del Mundial en Inglaterra.
Los malos augurios de gran parte del mundillo rugbístico habían quedado en el olvido. Hourcade, con el estilo que le había inculcado a la mayoría de sus dirigidos, había llevado al seleccionado albiceleste a un lugar, que pocos podían imaginar en ese cierre del 2013.
Fue en un 2015 inolvidable, en el que Los Pumas, cumpliendo su medio siglo de vida, lograron vencer a Sudáfrica, brindando una exhibición en la propia casa de los Springboks.
Fue el aperitivo para un gran Mundial en el que atrás quedaron todas las potencias europeas, un objetivo que uno imaginaba que se podía alcanzar en Japón 2019, pero llegó con cuatro años de anticipación.
La paliza propinada a Irlanda en el Millennium de Cardiff, jugando un rugby ofensivo de altísimo nivel, fue el punto más alto de un equipo argentino que despidió a históricos como Juan Fernández Lobbe, Marcos Ayerza y Horacio Agulla, pero que tiene reservas de sobra.
A Japón va a llegar un equipo joven, con algunos baluartes que tienen para jugar dos mundiales más y tres también. El futuro es más que promisorio.
Cuatro años atrás, tras la caída en cuartos de final ante los All blacks en el Eden Park de Auckland, uno trataba de armar un equipo para Inglaterra 2015 y eran más las dudas que las certezas. Hoy el equipo sale de memoria. Y si hay alguna duda, es porque jugadores sobran.
Y empiezan a aparecer otros nombres, como los de Emiliano Boffelli o Felipe Ezcurra, que se irán asentando a lo largo del Super Rugby, el próximo gran desafío para el rugby argentino.
El horizonte está despejado. Tras la tormenta de 2013, el rugby argentino encontró la luz y sólo queda espacio para seguir creciendo después de un año inolvidable.
DyN
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