El colega Jorge Búsico, columnista habitual de “rugbyfun” hace un análisis de la reciente asamblea de la Unión de Rugby de Buenos Aires.
Con mesura, claridad y la experiencia que dan tantos años siguiendo el rugby argentino y de Buenos Aires en particular, vale la pena detenerse un instante.
Los datos, esenciales para la información que debe presentar un periodista, a veces se ofrecen según la mirada que a algunos les conviene. Lo vivimos diariamente en asuntos mucho más trascendentes que el rugby. Pero la realidad es que todos los datos confluyen, con y sin dobles intenciones, en una fractura que no visualiza un panorama alentador para el rugby de Buenos Aires, que acaba de protagonizar otra asamblea signada por las acusaciones cruzadas, las desconfianzas y una evidente lucha por el poder que ya no sólo está reservada a quienes defienden a ultranza el amateurismo y a quienes pugnan por abrir el juego al profesionalismo. Hay, y este sí es un juicio de valor de quien escribe, una puja que excede a esos argumentos.
Repasemos algunos de los datos que encierra la URBA. Uno, por ejemplo, muestra cómo, a pesar de ser todavía –y lo será siempre- la Unión más grande y con más jugadores del país, viene perdiendo terreno en el juego, sobre todo desde que la UAR implementó el Plan de Alto Rendimiento. A los Pampas del 2010 fueron 20 jugadores de Buenos Aires; a la del 2011, 16 y a ésta de 2012, 13. Sigue siendo mayoría, pero Tucumán aportó ahora para la Vodacom, 10 de sus players. Ese retroceso también se evidencia en el Campeonato Argentino.
Otro dato, ahora en lo institucional. A fines del 2010, en una elección históricamente reñida, definida por 6 votos pero con un empate en el número de clubes, ganó la lista liderada por Carlos Campagnoli, aquella que llevaba como bandera “Los principios que nos unen” y que estaba claramente volcada a defender al amateurismo, más precisamente a no aceptar bajo su órbita el Plar de la UAR. A esa instancia electoral se llegó tras una dura interna, gobernada por decenas de cartas de uno y otro lado.
Estaba claro, por lo pareja que había sido la contienda, que la nueva conducción de la URBA iba a gobernar de alguna manera condicionada. Lo que no se suponía era que tanto, porque jamás se pudo lograr un acercamiento entre ambos grupos. Y, desde adentro y desde afuera, cada uno operó para su lado.
A los cuatro meses recién, todo estalló cuando primero los jugadores se manifestaron en contra de lo que habían decidido sus propios clubes. Bajo el lema “Queremos jugar con nuestros amigos”, una campaña que arrancó en Facebook concluyó con una sentada en la primera fecha en el partido entre Belgrano y el SIC, dos clubes, vale decirlo, que estaban enfrentados con la conducción de la URBA.
Aquella movilización de los jugadores contó, también vale decirlo, con el apoyo de muchos dirigentes que unos días antes habían votado, por amplia mayoría, y una vez más, que los pladares no pudiesen actuar en sus clubes.
Esa presión de los jugadores derivó en otra asamblea, donde, por primera vez en su historia, la URBA aceptó a jugadores que cobren, en este caso una beca. El grupo que había ganado las elecciones quedó aún más debilitado, porque algunos terminaron votando con el otro grupo y otros se abstuvieron.
Ese mapa se repitió cuando llegó el momento de la renovación parcial del Consejo, a fines del 2011. La lista que había perdido un año atrás, estuvo a punto de dejar sin la minoría a la que había ganado.
Pero si algo le faltaba a este panorama, fue otro verano caliente, en este caso de cruce de mails y cartas. Campagnoli denunció una campaña sucia y de desprestigio, por detrás, de un grupo de dirigentes de clubes que, en la verdad de quien esto escribe, nunca se alejaron de la idea de construir para su causa.
El resultado fue la asamblea del miércoles. Gritos, ausencias, retiradas en medio del recinto y otra votación que arrojó la siguiente curiosidad: irá a la UAR desde la URBA la conducción a la que sucedió la comandada por Campagnoli. Un mapa realmente frenético, que también tiene que ver mucho con que la discusión en serio no se da como se debe adentro de los clubes.
O sea, la URBA tendrá una conducción que piensa una cosa, pero en la UAR estará representada por una paralela que piensa otra. Con otro condimento: la URBA perdió por primera vez la presidencia y el manejo de la UAR cuando tenía al Consejo que ahora irá, en parte, a la UAR. Es mucho más que un juego de palabras.
En esta historia no hay malos ni buenos, como muchos quieren presentarla. Incluso, como le sucede a quien escribe, seguramente después de esta nota se lo ubicará en alguno de los bandos. Hasta que la URBA –que representa a los clubes que la integran- no se sincere, no avance a un debate profundo y plural y no ponga sobre los escritorios todo lo que se enseña en el juego, seguirá envuelta en la rosca. Tanto que hasta a veces parece que ya es tarde para encontrarle una salida.
Gentileza: Agustin Noriega, Rugby Fun
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