De ese día me acuerdo ir con la camiseta negra con el escudo de Nueva Zelanda. Afuera del estadio José Amalfitani repartían unos folletos de una carilla, hecho por un sponsor que no recuerdo, donde se podía leer lo siguiente: “Ka mate, Ka mate , Ka ora, Ka ora”. Eran las primeras líneas del Haka.
Guardé ese papel como la información ancestral que era, algo que podía darte acceso a un poder mayor. Entré en la popular con mi viejo y uno de mis hermanos. Y cuando salieron los All Blacks fui corriendo hasta el alambrado para poder ver bien de cerca a John Kirwan, Zinzan Brooke y Sean Fitzpatrick. Eran héroes reales, de los cuales había escuchado mas historias que de los próceres de la patria. Durante el Haka hubo silencio. Todos queríamos ver esa danza que invocaba los poderes de los ancestros y los dioses del rugby. Yo canté al unísono porque tenía en mi poder aquel folleto. Por un instante fui uno con los All Blacks, el mejor equipo de la historia. A mis 9 años no hinchaba por los Pumas. No había nada de nuestro equipo nacional que me convocara. En, mi escala de valores se ubicaban: 1° el SIC, 2° el Rugby, 3eros los All Blacks.
No hubo un equipo tan dominante en la historia de los deportes como los All Blacks. El mito comenzó en 1905 cuando, en una gira por Europa que duró 6 meses y tuvo mas de 30 partidos, un comentarista dijo que eran tan habilidosos y tenían un juego vistoso y de pases que parecían todos Backs (All Backs). El teléfono descompuesto cambió la palabra backs por Blacks por el color de la camiseta. A ese equipo se le dio el nombre de “Los Originales”. Cada una de esas giras de comienzo del siglo XX eran epopeyas que iban construyendo el mito. Por ejemplo la de los “Invencibles” de 1924 y 1925 por Francia, el Reino Unido y Canada. En esa gira ganaron los 32 partidos que jugaron.
En el libro “The Jersey”, Peter Bills cuenta como el rugby se transformó en el deporte que dio visibilidad a una isla lejana del Pacífico. Fueron más de 100 años de ininterrumpido dominio. Bills cuenta cómo los All Blacks llegaron a ser ese equipo desde los Originales hasta los BiCampeones del mundo en 2015, quizás uno de los más dominantes de la era moderna. Y si bien pareciera que Sudáfrica empieza a recuperar terreno, no sólo por las últimas dos Copas del Mundo, el rugby que juegan los equipos del Súper Rugby de Nueva Zelanda sigue siendo el más atractivo, inteligente y espectacular de todos. Sin embargo, los estadios del Súper Rugby ya no están llenos, por no decir casi vacíos cuando juegan los Blues, en Eden Park, y los Hurricanes, en Wellington. Bills toma nota de esto y también advierte que Nueva Zelanda podría estar en problemas porque el rugby amateur tiene muy mala salud.
Cada lunes juego un super clásico. Tengo un mano a mano con Chaqueto Campero mientras tomamos mate. Somos de los clubes rivales del barrio, pero somos amigos desde la secundaria y trabajamos juntos. Antes de ponernos a pensar en estrategia para empresas hablamos de estrategia de rugby. Bueno, de algo más también. Hablamos de rugby infantil y los desafíos que tiene siendo Head Coach de la M9 donde juega su hijo Fermín. Hablamos de cómo organizan el año en el CASI y las clínicas para capacitar entrenadores que llevan adelante. Le cuento como, a diferencia de lo que muchos dicen, cada vez hay mas gente que juega al rugby, algo que lo veo en mi club, el SIC, donde llegan chicos de otros clubes, y que hay más entrenadores que nunca. Se lo digo para rebatir esas teorías conspiranoicas que dicen que el deporte es aburrido, que los clubes tienen menos gente porque la población mundial está decreciendo. El rugby crece sano. Pero agrego: crece sano en Argentina.
Increíble: merma de jugadores
Parece mentira creer que Nueva Zelanda hoy tiene problemas de captación. Chaqueto me cuenta que en la gira que recién hicieron con el CASI por el país de los Hombres de Negro se encontraron con un panorama complicado: cada vez menos gente juega al rugby. Los clubes piden a gritos una solución porque tienen pocos jugadores y prácticamente no tienen divisiones juveniles. En Nueva Zelanda el rugby empieza en los colegios y aquellos jugadores con mejores condiciones son los que enfilan para el Super Rugby. Y los que no tienen lugar en el Super Rugby juegan el NPC, torneo provincial histórico. Pero debajo de eso, los clubes amateurs no tienen ni de cerca la convocatoria de gente ni la vida social de los clubes de Argentina. El problema está en que el rugby se enseña en los colegios. Lo que es una fortaleza, porque tienen un excelente programa de desarrollo en todos los colegios del país, también es su debilidad. El rugby de colegios está matando a los clubes, que no tienen juveniles y los equipos mayores se componen de jugadores que no pudieron llegar y tuvieron poca constancia.
Durante un tiempo en la década pasada, en nuestro país se discutía si estaba bien tener jugadores entrenando bajo un plan profesional. La postura que se oponía creía que sería el fin de nuestro rugby amateur de clubes. Queríamos ver a nuestros Pumas tener victorias heroicas, que hoy en día han dejado de ser heroicas para ser habituales, pero nos daba miedo el camino que había que hacer para tener jugadores a la altura.
En nuestro mundo moderno, vivimos a los costados de grietas. Nos cuesta ver terceras posiciones. Somos seres emocionales que justifican sus acciones a través de la razón, dijo Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía y autor del libro “Pensar rápido, pensar despacio”. Nos creemos seres racionales, pero somos mucho más emocionales de lo que nos damos cuenta. El apego a posiciones es un riesgo. La reacción no es racional, sino que es movida por una emoción que está atada a un mapa mental del mundo. Lo que no está dibujado en nuestro mapa mental produce un desacople que se traduce en un chispazo emocional. De ahí a la respuesta hay poco tiempo. Ser racional es comprender la emoción y poder pensar respuestas alternativas. No se trata de no tener emociones, sino de pensar con ellas.
El rugby es, antes que nada, un disparador de emociones. Sin ellas, los partidos sólo se tratarían de trámites burocráticos. Como en el empuje coordinado del scrum, pensemos con la emoción para entender por qué nuestro rugby es el más fuerte del mundo.
Un tesoro incomparable
Nuestro rugby amateur es único en el mundo. Conocí el de Inglaterra, el de Nueva Zelanda y no se acercan ni un poco. Lo que pasa en los cientos de clubes de este país no pueden entenderlo en aquellos que tienen las ligas mas profesionales cuyas transmisiones podemos ver todas las semanas en ESPN. Y hay algo muy curioso al respecto. Podemos ver prácticamente todos los partidos de esas ligas y sin embargo el mundo del rugby, la gente de los clubes elige mil veces ver a su propio club que una transmisión del rugby extranjero de mejor nivel. Inclusive algunos clubes de Primera A y Primera B ya tienen sus propias transmisiones de partidos, algunas a 2 cámaras, con relato y comentario, que salen via Streaming por Youtube. Los hinchas de GEBA, de U de la Plata, de Mariano Moreno prefieren ver a su equipo en un partido que puede no ser tan vistoso como Lecesiter-Saracens por la final de la Premierhip inglesa, a estadio lleno en Twickenham.
El rugby argentino es único en el mundo. Ese es el pensamiento del rugbier argentino. Y puede que sea la mayor fortaleza de nuestro deporte. Puede también que sea la razón por la cual nuestro sistema profesional, con muchísimos menos recursos que todos los países de Tier 1, sea el más eficiente y que mejor equilibrado está. La UAR logró, con las críticas que siempre puede recibir, generar una amplia base de jugadores, con una selección meritocrática a través del monitoreo permanente gracias a que también amplió la base de entrenadores profesionales. Pero justamente la esencia del sistema es que es puramente artesanal y promueve continuamente el rugby de clubes. Sabe que ahí está el mayor de nuestros secretos y lo que nos puede transformar algún día en una super potencia del rugby a nivel selección.
El rugby profesional no le podría competir jamás al rugby amateur de clubes por varias razones. Podemos hablar de dinero, de que no hay suficiente mercado y otros motivos que harían muy larga esta columna y mucho mas extensos los comentarios de lectores con emociones encendidas.
Los clubes son el activo más grande de nuestro rugby. Hay miles de entrenadores y dirigentes, que son como los monjes budistas que dedican cuerpo y corazón a meditar y lo hacen durante horas cada día. Estos monjes del rugby lo hacen por algo más grande que ellos: la vida del club alrededor del juego de rugby. Hacen que la red de clubes, torneos juveniles, encuentros infantiles sea prácticamente indestructible. Es sencillamente imposible de destruir porque el 99,9% del rugby argentino es eso: una vida alrededor del quincho, los sábados de rugby infantil y luego ver a la primera con amigos y con familia. Y no intento hacer una defensa de nada. Es un hecho que a ese 99,9% le interesa mil veces mas repetir ese ritual de club una y otra vez que ver a equipos profesionales sin una mística con la cual identificarse. El rugby profesional no le puede competir al rugby porque el orden de prioridades de un chico de 9 años de 1991 es el mismo para prácticamente toda una población y va cantando en silencio un mantra mucho más potente que el de los All Blacks.
Por Tomás De Vedia
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