Si de futuro se habla, estamos todos de acuerdo que ha llegado el tiempo del profesionalismo en el rugby argentino. En 1995, la IRB declaró que el rugby pasaba ha ser un deporte profesional. En Argentina, el conservadurismo ha prevalecido por 12 años mientras el rugby profesional creció en todas la uniones importantes del planeta. Si de futuro se habla, estamos todos de acuerdo que ha llegado el tiempo del profesionalismo en el rugby argentino. En 1995, la IRB declaró que el rugby pasaba ha ser un deporte profesional. En Argentina, el conservadurismo ha prevalecido por 12 años mientras el rugby profesional creció en todas la uniones importantes del planeta.
Hay que entender que hay dos maneras de jugar al rugby. El rugby recreacional, para divertirse con amigos y correr mientras a uno/a le de el físico, disfrutar del juego mas allá del resultado, disfrutar del club y su camaradería; y la otra, la del rugby de profesionales, que es un espectáculo deportivo, un entretenimiento masivo que demanda -exige- 100% de jugadores, técnicos y oficiales que procuran el éxito, los resultados son los que cuentan, y el buen retorno para los inversores.
Las dos formas de jugar al rugby, coexisten, no es exclusivo. Las dos formas se motorizan en la misma vocación, las dos formas son igualmente nobles. El rugby recreacional es para todos -aunque no sean ricos- mientras que el rugby profesional es para la elite deportiva, el atleta, el dotado con habilidades sobresalientes, es solo para pocos, los mejores.
Entendiendo que la gente del rugby quiere que Los Pumas participen en competencias de primer nivel, que sean tomados como un equipo profesional del primer mundo, para ello se debe invertir en la estructura que soporte todo ese profesionalismo. Esa estructura que había comenzado a funcionar en el pasado -y en parte es responsable del éxito actual de los pumas de bronce- hoy no existe, a no ser por la acción voluntaria de unos pocos, que loable, no alcanza para cubrir las necesidades de un programa serio y sustentable.
Por lo tanto el nuevo estatuto -si es que mira hacia el futuro- debe ser claro en establecer bases donde se puedan construir soluciones para un rugby profesional en Argentina, no solo con el primer equipo nacional participando en el exterior, sino tambien en futuras competencias domésticas que vayan alimentando el rugby de elite, los seleccionados, Los Pumas.
Declarar que el único rugby permitido en Argentina es el recreacional es cerrarse al progreso. Discriminar al jugador que vuelve a su pais después de una experiencia internacional también es algo que no tiene ningún sentido positivo. En mi opinión, el futuro del rugby argentino debería construirse en base a pensamientos positivos -abiertos- y no rompiendo puentes o cerrando puertas.
Tambien debería ser claro que el profesionalismo se extiende a los entrenadores, oficiales de desarrollo, asesores y los referees que son esenciales para el crecimiento del juego.
El profesionalismo le va ha exigir al dirigente mucha valentía. Se requiere líderes con mucho valor para encarar estas roformas. Pero así como el espíritu Puma entra a la cancha sin temerle a ningún rival, el dirigente del nuevo rugby no le tiene que tener miedo a gestionar el desconocido profesionalismo.
Oportunidad. El momento, desde un punto de vista internacional, no podría ser mejor. El rugby está en plena expansion y todas las uniones nacionales enfrentan el desafio de la globalización del rugby profesional. Hay mucha expectativa puesta en Argentina. Se mira desde lo lejos esperando que la dirigencia Argentina asuma estos nuevos desafíos. Hay simpatía y ganas de colaborar, pero la pelota está en campo argentino.
Harry
Oscar Jimenez
corresponsal en Australia