Se esperaba otro juego de Los Pumas en ese primer tiempo en Gold Coast. Sin dudas. La cara del entrenador cuando lo enfocaba la TV era más que elocuente.
No estaba saliendo lo que se habían propuesto hacer y el desconcierto generalizado, la falta de claridad para salir de campo propio quedó en evidencia muy temprano.
Los Wallabies tuvieron la pelota, el campo, las intenciones, la disposición y la comodidad para hacer todo casi a placer. Los Pumas defendieron con ahínco y devoción, pero muy retrasados.
Sin obtención clara en las formaciones fijas, sin un breakdown demoledor, sin la pelota, ese primer tiempo fue cuesta arriba, demasiado para los argentinos que a pesar de todo, cerraron ese primer parcial siete puntos abajo.
En el segundo tiempo Los Pumas tenían -necesariamente- que reaccionar.Y a falta de veinte minutos para el cierre, hicieron click.Y el que movió la perilla de off a on fue Tomás Cubelli. El medioscrum entendió qué había que jugar, cómo había que jugar y fiel a su estilo combativo, empezó a meterse en la defensa rival y a distribuir esas pelotas que valían oro con buen criterio y todos comenzaron a acoplarse. Se vio, en esos últimos veinte minutos, otro equipo, otra cara, otra cosa muy diferente a los que se había visto en los sesenta anteriores.
Un equipo made in Argentina, producto en su mayoría de jugadores del Pladar, se le fue al humo a Australia con más vergüenza que claridad, y lo hicieron bien. Revirtieron la situación y el empate estuvo ahí…
En este tipo de torneos, con lo que se pretende que Los Pumas jueguen, que hayan dado otro paso más en la batalla -y hacia delante- tiene mucho valor.Tanto, que capaz hoy no se logra apreciar del todo porque falta ganar, pero falta solo eso. Lo importante es ver el bosque, no el árbol.
Por: Eugenio Astesiano
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