Jugadores que deben elegir entre representar a su seleccionado u obedecer al equipo que los contrató. El sueño más querido vs. el peso del dinero.
Con la ventana internacional de noviembre a la vuelta de la esquina, el debate ovalado vuelve a centrarse en la “regla 9″. La cuestión pasa -una vez más- por la puja de poder entre las uniones nacionales y los clubes. Entre el corazón y la billetera.
Y en el medio están los jugadores. Que deben decidir si defienden la camiseta de su país o se quedan jugando para el equipo que los contrató. Si cumplen con el sueño de toda una vida o priorizan su carrera profesional.
El dinero mueve al mundo
Pese a que hay una regla que define estos casos, no siempre se cumple. Desde que se profesionalizó el rugby a mediados de los ‘90, el poder del dinero irrumpió en la ovalada. Para bien y para mal. En esa dicotomía, el peso de los billetes muchas veces inclina la balanza a su favor.
La regla 9 del reglamento de la World Rugby especifica en qué situaciones los rugbiers deberán ser cedidos por los clubes para jugar partidos con sus selecciones, ya que “el rugby internacional de alta calidad sirve a los mejores intereses del deporte en todos los niveles”.
Por más ley que esté escrita, los equipos siempre intentan salirse con la suya. El rugby es un negocio para ellos y perder a sus figuras representa menos entradas vendidas, perder un juego clave o la chance de que una estrella se lesione.
Así las cosas, la decisión muchas veces queda del lado del jugador. El protagonista debe decidir entre cumplir un sueño que tiene desde chico o la posibilidad de vivir de esta actividad, asegurar el bienestar familiar y pensar en un futuro mejor. Queda atrapado entre el corazón y la billetera.
El caso de Los Pumas
“De la misma manera que nosotros aceptamos reglas del juego que no son ventajosas para nosotros, los clubes saben que si reclutan un jugador argentino tienen que tener en cuenta el calendario”.
Las palabras de Mario Ledesma, head coach de Los Pumas, hicieron ruido. Antes de embarcarse rumbo a los partidos del conjunto nacional en noviembre frente a Francia, Italia e Irlanda, dejó en claro su postura sobre el accionar de los clubes.
La regla 9 muchas veces no se cumple y los que pierden son los seleccionados. Y, en definitiva, sus entrenadores.
“Creo que todo el calendario está medio agarrado de los pelos -continuó Ledesma-. Los jugadores que están en el hemisferio norte y compiten contra los equipos del hemisferio sur, que tienen otro calendario, suman casi 12 meses de competencia sin descanso. Nos la pasamos hablando del bienestar del jugador y su salud, pero cuando vas a los números las lesiones ascendieron de manera exponencial. Hay algo que no queda claro. ¿Realmente estamos haciendo un esfuerzo por la salud de los jugadores?”. Clarito.
Los Pumas juegan 12 partidos al año: tres en la ventana de julio, seis en el Rugby Championship y otros tres en la ventana de noviembre. Y el tire y afloje con los equipos es continuo cuando llega el momento de la convocatoria.
En julio, los clubes están de pretemporada y no quieren ceder a sus jugadores porque se pierden la preparación física, clave para aguantar todo un año. Durante el Rugby Championship se dan las primeras fechas de los campeonatos top de Europa, donde militan la gran mayoría de los argentinos. Y en noviembre los torneos ya están avanzados.
Los clubes siempre tienen una excusa para quejarse y no querer ceder a los jugadores. Los consideran de su propiedad.
Este año, el combinado argentino sufrió 17 lesiones, producto del gran desgaste y el esfuerzo individual por cumplir con su equipo y con su país. Ante este panorama, lo que termina pasando es que cuando un jugador llega a un nuevo club prefiere bajarse de la citación a Los Pumas, para afianzarse en su equipo y quedar bien con su empleador.
Afuera también se consigue
Esta situación se da en todos los países y en todos los niveles. El caso más resonante de estos días es el de Quade Cooper, el apertura que tuvo que elegir no ir de gira con Australia y quedarse en su equipo en Japón.
Cooper estaba en la lista de los Wallabies para volar a Europa para enfrentar a Escocia, Inglaterra y Gales, pero ante la presión de su club -Kintetsu- no se subió al avión. “Me duele no poder complacer a todos y mantener felices tanto a mi equipo como a mi país”, dijo el experimentado 10 en una carta que publicó en redes sociales explicando su situación.
Por Santiago Martella
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