A medida que se acerca el otoño, la tranquilidad que caracteriza a esta ciudad se acentúa. Hay menos turistas, ya no hace tanto calor, la playa es más un lugar de paso que de relajación o divertimento. Una ciudad que se levanta tarde y se acuesta temprano.
Un entorno que a los Pumas les puede ayudar a despejar la mente y abstraerse del estruendo que provocó su caída en el debut. Aun así, es raro, sino excepcional, cruzarlos por las calles o la playa. Lo que no sorprende es estar desayunando un café au lait y un pain au chocolat en la vereda de una típica boulangerie y que aparezca Michael Cheika y se ponga a conversar con los periodistas de LA NACION.
Al regreso de la conferencia de prensa realizada muy temprano en la mañana del martes, en la que los jugadores evidenciaron estar todavía compungidos por lo que (les) pasó el sábado, fue necesario parar a recargar energías para lo que, al igual que el equipo, sería un intensa primera jornada de trabajo aquí. No habían llegado las órdenes a la mesa cuando, vestido informalmente con sandalias, bermuda y remera blanca, aparece en bicicleta la inconfundible figura del entrenador de los Pumas. Los auriculares inalámbricos no le dejan escuchar el saludo inicial, pero cuando se apea, se acomoda un poco y reconoce a los periodistas, enseguida se acerca a conversar.
La primera pregunta es ineludible: ¿cómo está el ánimo de los jugadores? ¿Se recuperaron del golpazo del sábado? Cheika dice que no, que va a llevar un tiempo, que está bien que así sea. “Si no les duele, es que no tienen pasión”, reflexiona. Advierte que faltan unos cuantos días hasta el próximo partido y que ya se van a recuperar. “Son cosas que pueden pasar en un Mundial y hay que saber sobrellevarlas”, afirma con sabiduría.
Se sienta en la mesa de al lado, acompañado por alguien que parece ser de la organización -ya que tiene el uniforme de Francia 2023. y llega un minuto más tarde y pide un café espresso.
No es la primera vez que una cafetería une al australiano con LA NACION. De hecho, ya se relató en estas páginas que el primer encuentro fue en Mendoza, durante la disputa del Rugby Championship 2015. Cheika estaba al frente del seleccionado australiano que se iba a enfrentar a los Pumas 24 horas más tarde, y ahí estaba él, sentado en la vereda de un bar en la calle Sarmiento con un miembro del staff como si fuera un turista más. “Me gusta salir, sentarme a tomar un ‘cortado’ [en castellano], mirar la gente pasar”, contó cuando asumió en los Pumas en su primera entrevista con un medio argentino.
Cheika es conocido por imprimirles a sus equipos un rugby dinámico y agresivo, no exento de viveza táctica, pero más por su capacidad de motivación y de sacar lo mejor de cada jugador. Lo demostró siendo campeón de Europa (Leinster), del Super Rugby (Waratahs) y subcampeón del mundo (Wallabies). “Es parte de lo que me gusta hacer a mí. Motivar a los jugadores, darles consistencia a los equipos”.
Pregunta dónde paran los periodistas, si se quedan todo el tiempo en La Baule, qué partidos van a cubrir, se interesa por Irlanda-Sudáfrica, destaca la actuación de Chile ante los japoneses. “En un Mundial no hay tantas diferencias como pareciera. Están los mejores jugadores del mundo”, señala.
Se asombra por la escasez de periodistas franceses que hay. “Desde que estoy acá todavía no me hicieron ni una pregunta en francés”. Casado con una francesa, reside en la zona de Narbonne en los pocos momentos en los que no está viajando por el mundo con sus múltiples ocupaciones. Coincidimos en la conclusión de que están ciento por ciento abocados a Francia, que Francia se hizo el Mundial a su medida, como un regalo para ellos mismos.
¿Qué le gusta escuchar? Cuando está preocupado, algo movido para levantar el ánimo. Cuando está bien, algo calmo para mantener bajas las pulsaciones.
Pasaron tres días del duro debut ante Inglaterra y todavía en los auriculares de Michael Cheika suena música tranquila. A medida que se acerque el partido con Samoa, el ritmo irá in crescendo. Eso sí, siempre tendrá tiempo para un café y una charla.
Por Jorge Búsico / Alejo Miranda
Créditos: UAR
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