Juani admite que sufrió los siete meses de rehabilitación tras la operación de espalda. Pero la vuelta está ahí: le apunta al viernes 27, en la visita de Racing Metro a Toulon.
Casi 24 horas en cama durante las dos primeras semanas del post-operatorio; luego tres meses como rehén de un corset ortopédico y casi seis sin tocar ni patear una pelota; pasaron ya 217 días de la intervención quirúrgica de espalda que le significó a Juan Martín Hernández el parate más bravo de su carrera. Una espondilolistesis lumbar que le diagnosticaron cuando tenía 12 dijo basta 16 años de rugby después. En Sudáfrica, donde iba a cumplir el sueño de jugar el Super 14, la NBA de la ovalada, tocó el techo de dolor y el piso de tolerancia. Operación y reclusión. Etapa complicada. Por eso su cara y su voz casi no asomaron públicamente. Hoy, de nuevo en París, se entrena con el Racing Metro y ya piensa en el regreso a la acción, con espíritu refundado y flamantes 28 pirulos. “Ya no hay más Juani Hernández. Ahora es Juan Martín. Estoy en la segunda parte de mi carrera. Llevo como un año sin rugby y estoy renovado”, aclara, chispeante, el apertura.
-Se sabe nada de tu rehabilitación. ¿Cómo viviste los siete meses? ¿Como siete días o siete años?
-Fueron como 70 años. Muy difícil todo. Los tres primeros meses fueron tremendos, y más el primero. La primera semana me la pasé en el hospital, con bastante dolor, totalmente drogado, con antiinflamatorios y todo eso. En mi casa estuve dos semanas en un cuarto, acostado, me levantaba muy poco; y a la cuarta semana de la operación me autorizaron a caminar: una hora por día. Eso fue tremendo, imaginate. Sólo caminar, una hora, cuando vos estás acostumbrado a entrenarte siempre.
-¿Qué hacías para pasar el tiempo?
-Agarraba un libro, me aburría; ponía un DVD, me aburría; retomé la PlayStation. La había dejado pero en esa situación la agarré de nuevo. Y así giraban mis días en Buenos Aires. No hacía otra cosa que estar con mi familia, que fue muy bueno, obvio, pero en una parte. En lo deportivo sufrí mucho. Mi mujer y mi hijo, mi familia, fueron clave. De no haber sido por ellos… Más que nada María Emilia, porque Beltrán (16 meses) todavía no entiende. Ella me apoyó, me bancó el mal humor, se portó muy bien. Pensá que yo no podía hacer mucho, ahí sentado, me movía poco… Debe haber sido difícil también soportarme eso.
-¿Te cambió el humor en ese período?
-Mucho. Estuve muy deprimido de entrada. De a poco fui levantando, pero me costó. Hasta hace poco me pasaba que me entrenaba mucho, de 8 a 13, y las mejoras eran muy poco significativas respecto del esfuerzo que implicaba. Entonces me caía de la cabeza, sobre todo hacia el fin de la semana. Era frustrante. La verdad, muy sufrido todo. Nunca había vivido algo así, tan fuerte, que requiriera tanto esfuerzo en la rehabilitación. Y eso que yo siempre me entrené muy duro…
-¿Y cuándo empezaste a dejar de pasarla mal?
-Y, lógico (se ríe)… cuando agarré la pelota. No hace mucho. Hará un mes y medio. Empecé a pasarla, a patearla diez metros, despacio… ahí comencé a levantar anímicamente… y todavía seguía molestándome la zona, eh. Y así hasta que me largué a hacer contacto, hace dos semanas. Eso fue muy bueno, me dio confianza porque no tenía parámetro de cómo estaba de la espalda. Me golpeé contra escudos, agarré a uno de mis compañeros y lo tackleé para probar. Anduvo todo bien, no dolió para nada y comencé a participar más en las prácticas con todo el equipo.
-Estás probando de generar el contacto vos, pero todavía no te golpean…
-Hasta hoy (ayer), no. Usaba pechera amarila, distinta a la de los demás, para que nadie se confundiera y me golpeara. Probaba chocar yo, en ciertos ejercicios, en uno contra uno, pero no en movimientos de juego.
-Un arranque de cero…
-Sí, mi carrera empezó de nuevo, como tituló Olé en la última entrevista.
-Y supongo que hoy (ayer) fue otro día especial en este retorno…
-Exactamente. Hice rugby full-full por primera vez, sin restricciones ni remera amarilla. Estuvo bárbaro. La espalda respondió perfecto. Tackleé y me tacklearon, me sentí seguro, confiado. Todos estamos muy conformes.
-En aquella nota con Olé dijiste que la incertidumbre era tremenda. ¿Cuándo se te pasó eso?
-Me sigue durando. Hasta que entre a la cancha y juegue, va a seguir estando. Eso no me cambió. Voy a necesitar jugar un partido, salir bien; jugar otro… No tengo miedo, sé que en las imágenes y los estudios está todo fenómeno, los médicos están muy contentos. Pero… Yo dudaba mucho de cómo iba a estar después de la operación. Fue en una zona delicada, que maneja el peso y la movilidad del cuerpo.
-La pregunta del millón: ¿cuándo volvés a jugar?
-Bueno, ya estamos dentro de los límites, que eran entre seis y nueve meses. Si todo sigue así, bien, falta muy poco para eso.
-O sea que todavía no te ponés una fecha…
-Me gustaría reaparecer en un partido lindo, grande… Como contra Toulon, en la tercera fecha.
-¿Podés llegar a eso? ¡Faltan diez días!
-Es la idea. En un momento lo veíamos muy encima, pero… hasta hace unas semanas no hacía contacto, empecé y fue todo bien. Me sentí mejor en el gimnasio, en la cancha… De una semana a otra cambian las cosas y entonces… No es que esté apurado en volver. Lo voy a hacer cuando me sienta cómodo.
-¿Entonces el viernes 27, contra Toulon (equipo de Felipe Contepomi y Juan Fernández Lobbe), puede ser el gran día?
-Puede ser. Cada tanto tengo reuniones con el coach, Pierre Berbizier, y los preparadores físicos, para ver cómo vamos, cómo me siento, a qué apuntamos, y esto de Toulon surgió de una charla con ellos. Si no es ese partido, seguro será el siguiente.
-¿No estás ansioso?
-Hasta la manija estoy ansioso, pero no esperé tanto para ir para atrás ahora.
-¿Podés visualizar o imaginar el día del regreso?
-No. Hablamos después de ese partido. Tengo tantas ganas de volver… Cuando me operé veía tan lejos todo esto. Pero ahora, de a poco, se acerca.
Olé.com.ar
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