Carlos Arboleya, hooker del Trébol de Paysandú y ex capitán de Los Teros (seleccionado uruguayo de rugby), hoy Licenciado en Economía de la Universidad de Montevideo (UM), siente que el rugby es un modo de vivir y que el deporte infundió en él lo que son sus lineamientos, sus conductas y valores esenciales.
Y sintió hace unos años la necesidad de aportar desde su pasión a una comunidad compleja y marginal, violenta y arriesgada, dejando atrás condenas y prejuicios. Sintió que el voluntariado era una opción. Así, desde un espacio universitario generado para ello, convocado por Enio Collazo, un colaborador en el COMPEN (Complejo Penitenciario de Santiago Vázquez), se decidió a entrenar en rugby a los presos del lugar, una de las cárceles con mayor hacinamiento de Uruguay.
El proyecto, que involucró a jugadores de distintos clubes de Uruguay y que luego fue apoyado por la propia Unión de Rugby del Uruguay, implicó un año inicial de burocracia y gestión, hasta lograr lo que fuera su desarrollo efectivo. Y lo interesante del abordaje desde un espacio académico es que paralelamente permitió una investigación científica, dirigida por el economista Alejandro Cid, sobre el comportamiento de los individuos. El objetivo de la misma era comparar la influencia del juego, de la dinámica del deporte en quienes hayan tenido el coraje y compromiso de animarse a un terreno desconocido. Quienes entrenaron, no sólo redujeron su consumo de droga sino que declararon estar más felices y en el análisis se encontraron evidencias empíricas que indican que el programa favoreció las conductas saludables e impulsó actitudes sociales positivas.
El rugby es un deporte de contacto y es uno de los riesgos a enfrentar a la hora de pensarlo en un penal.
Los encuentros al principio eran un poco tensos, pero a medida que se incorporaban los hábitos de práctica convencionales no se diferenciaban a los de cualquier club. Los códigos fluían para ambos lados, comenta Arboleya, asumiendo así que la cancha no se terminaba en las H. Es que cuando se tiene en claro que en todo trabajo social, como dice Oscar García, existe una asimetría situacional pero una simetría relacional; el respeto es la premisa posibilitadora de nuevos y alternativos escenarios.
El rugby se puede adaptar a cualquier contexto y ver la transformación en las percepciones de las personas sobre el deporte fue increíble. Los presos tomaron la disciplina, el respeto, el compañerismo y el esfuerzo como baluartes de las prácticas, reafirma Arboleya, que hoy junto a amigos sigue su vocación social en una agrupación llamada Uruguay Entre Todos (http://www.uruguayentretodos.com/).
Así, una vez más, jugar al rugby es mucho más que un deporte; el tercer tiempo es un espacio de debate sobre de las realidades cercanas y las realidades intervenidas, formar parte de un equipo es también involucrarse y ver a los otros, es no disimular las posibilidades de influencia en la comunidad y es dejar en claro que los tries se hacen en la vida.
Por: Ana Clara Dalla Valle
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