El apertura inglés, actual N°10 de Toulon y el centro irlandés, de Leinster se enfrentaron el pasado domingo y al final de esta temporada colgarán los botines.
Dos de las estrellas más brillantes de una generación se apagarán cuando termine la temporada europea. Brian O’Driscoll y Jonny Wilkinson están cada día más cerca del momento en el que finalmente cuelguen definitivamente sus bien gastados botines.
El domingo, a metros del puerto de Toulon y el azul profundo del Mediterráneo, compartieron una cancha por última vez. Ninguno pudo disfrutar. El club local, con una locura de sus fanáticos poco vista en el mundo ovalado, celebró el paso a semi-finales de la última Heineken antes de un nuevo torneo y un nuevo nombre para la próxima temporada.
El pie educado, único, de Wilkinson no pudo ser disfrutado a full ya que una lesión muscular hizo que el rubio inglés saliera a mitad del primer tiempo. Y el fabuloso centro de Leinster no pudo cerrar lo que ha sido una carrera brillante con un triunfo.
Varias cosas comparten estos dos jugadores que ya son parte del folklore de este deporte. Las capacidades de ambos para este juego son algo que podría ocupar mucho más espacio que el disponible. Las genialidades de ambos son parte de un rugby que quiso ser cada vez mejor. De la generación que creció en el amateurismo y pasó a un profesionalismo incipiente, fueron marcando una época. Ambos tienen una calidad distintiva de sus personalidades: la humildad y el bajo perfil. Esto les ha permitido mantenerse bien alto en su profesión.
O’Driscoll empezó su despedida el año pasado con los British & Irish Lions. Siendo titular en los primeros dos tests y todavía mostrando el nivel para estar en el tercero, fue dejado de lado por el entrenador Warren Gatland. El dolor fue interno y fiel a sí mismo, acompañó al equipo en su histórica victoria en Australia. Merecía, sí, su cierre dorado. Lo que no pudo ser con los Lions, se dio con Irlanda. Ganar el Seis Naciones fue el epílogo de sus 133 test-matches con el Trébol en el pecho. Se fue como el mejor irlandés de la historia, por la puerta grande.
Faltaba cerrar el ciclo con Leinster y a Toulon viajó buscando seguir en una Heineken Cup que supo ganar tres veces. No pudo ser y ahora quedan pocos partidos para disfrutarlo. La Liga Celta verá su despedida; si todo sale bien, repetirá el campeonato ganado el año pasado. Los videos de sus genialidades aseguran no olvidarlo más.
Dos títulos que no pudo ganar O’Driscoll en su carrera fueron el de campeón mundial y el de mejor jugador del año del IRB. En ese sentido, tras una carrera complicada en su pico más alto por una serie de lesiones que parecían no tener fin, Wilko ganó un Mundial y fue el mejor de todos esa misma temporada (2003).
Pensar en él solo como apertura, como el que ganó el Rugby World Cup 2003 con aquel inolvidable drop de derecha -siendo un pateador zurdo- es minimizar sus tantos años como rugbier. Rediseñó el rol del 10 con su tackle demoledor, usó su pie como si fueran manos, sumó puntos como pocos y se ganó un lugar en el olimpo ovalado. Entre el Mundial 2003 y el siguiente, sucesivas lesiones le cortaron el envión. Su talismánica figura hizo que un Inglaterra flojo llegara a la final en Francia. No pudo ser.
Su mudanza al rugby francés le estiró la carrera. Jugando con Corcho Fernández Lobbe pudo ganar la Heineken Cup la tempo-rada pasada. Gracias al triunfo del domingo, siguen en carrera. Si bien no lo confirmó, está dando indicaciones de que serán sus últimos cartuchos.
Frente a frente, el domingo, el rugby mundial pudo disfrutar de dos de los mejores de una generación gloriosa. Dos que quedarán por siempre en el consciente colectivo del rugby. Agradezcamos haberlos visto jugar.
Por: Frankie Deges
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