El paso de Los Pumas por el norte del país no pasó desaparcebido. Desde el seguimiento en el hotel, hasta el paso a paso en los entrenamientos y ni hablar de los que fueron al Estadio Padre Ernesto Martearena, son una postal de la huella que dejó el 15 argentino.
El Bocha Humberto Olivera nunca jugó al rugby ni a ningún otro deporte. Apenas terminó la primaria en su Vaquero natal, localidad pegada a Salta capital, y tuvo que salir a ganarse el mango. Su piel curtida y arrugada habla de miles de soles y de vientos fríos, propios de las mañanas de invierno al pie del cerro San Bernardo. Su acuyico (NdR: hojas de coca para mascar) ensanchando la mejilla es un ritual innegociable para él y su única ligazón con el deporte es un tibio cariño por Juventud Antoniana, un club de fútbol local.
Pero el destino lo puso a trabajar de ordenanza en el estadio Padre Martearena. Vio cientos de partidos de fútbol, recitales de rock y otros eventos. Veo todo gratis, amigo, suelta con las palabras justas, cuidando de no desperdiciarlas. Su rostro engaña. Parece que nada lo conmueve detrás de ese gesto adusto. Pero cuando el cronista se propone a no caer derrotado en la primera respuesta monosílaba, se suelta la magia. Vea amigo, aunque usted no lo crea, lo que más me gusta es cuando vienen los del rugby (sic). No sé por qué… No entiendo mucho del juego. Bah, mejor dicho no entiendo nada. Pero la manera de alentar, de vivir los partidos me gusta, soltó cuando entró en confianza.
¿Cómo será el Bocha durante los partidos? No se fanatiza. Con la parsimonia norteña que lleva a cuestas apenas lanza un uhhhh cuando Habana penetra en el ingoal argentino. Parece mentira, pero cuando nada lo hacía esperar, al final del encuentro el Bocha se sacó la gorra desteñida que en sus buenos tiempos tenía color verde militar, se la puso bajo la axila y batió palmas honrando a los quince de Daniel Hourcade. ¡Qué manera de ir al frente amigo! Me gusta este equipo. Me gusta como ‘pechan’, nada que ver con los de antes, dijo casi como dándole permiso a la emoción. Y dejó pensando al cronista…
Apenas terminado el encuentro enfiló para el lado de las cabinas Ahora viene lo mío, dijo y se retiró con otro semblante, como esperanzado con lo que acababa de ver. Será que en Salta todos se fueron un poco como el Bocha. Pensando en que este equipo va al frente y que lo mejor, seguramente, está por venir.
Por: Juan Urchevich
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