Cuando Los Pumas batieron a Francia, en el Stade de France en este año 2014, el primer scrum se realizó a la media hora de juego. ¿Qué significa este dato? Esa formación fija que nació de “la cinchada” (Tag of war) que hacían los estudiantes de los colegios públicos ingleses, en el siglo XIX, fue considerada esencial en el rugby porque era (y es) el duelo de los delanteros, cuando se enfrentan después de una pena leve. Sin embargo, la evolución del juego y la necesidad de darle continuidad al manejo de la pelota ovalada, hizo que el scrum perdiera parte de su importancia.
Sería falso afirmar que la formación fija de ocho protagonistas significa poco en el rugby donde los pilares y el hooker tienen contacto directo con sus contrarios. No en vano los profesionales mejor cotizados son los primeras líneas, decisivos en las ocasiones en que la potencia y el vigor hacen retroceder al rival.
Pero nuestro deporte no depende exclusivamente del scrum. Por el contrario, la circunstancia que más se repite en un partido es el “line”, la hilera que se forma cuando la pelota sale de al cancha. Un “team” que domina la fila, prevalece en el desarrollo del “match”. En esta hilera mandan los “lungos”, los hombres altos que toman la pelota con sus manos y provocan la mayoría de ataques.
De esos especialistas en el salto nos ocuparemos hoy, recordando a los saltadores inolvidables del rugby argentino. Arbitrariamente elijo una fecha: 1965, cuando se forma el primer seleccionado argentino llamado “Los Pumas”.
En ese mítico equipo que viajó a Sudáfrica por primera vez, hubo un jugador extraordinario, uno de los mejores terceras líneas de la historia: Eduardo Scharenberg, el wing forward del club Pueyrredón, que aprovechaba sus casi dos metros de altura para ganar la pelota en el fondo de la hilera y facilitar los avances por “la cola de line” de sus compañeros Otaño, Willy McCormick, García Yañez Loyola, Héctor “Pochola” Silva y Schmidt, por nombrar a algunos de los Pumas originales que jugaron en la tierra de los Springboks.
El “Mono” Scharemberg no siempre ha sido reconocido aun cuando fue un fenomenal delantero y hombre clave en el equipo nacional de 1965. Otaño, el capitán, era eficaz en la segunda posición, Schmidt o García Yañez prevalecían en el centro y Silva complementaba a Eduardo en el fondo. Pero el único que superaba a los gigantes sudafricanos era el médico Scharemberg.
En los ´60 también rindió en los lines Adrián Anthony, el robusto segunda línea del San Isidro Club, quien rápidamente se mezcló con los que habían jugado en el Africa del Sur. Eran tiempos donde el scrum no era el “arma secreta” del rugby argentino, sino que se procuraba atacar desde todas las formaciones.
Cuando el Seleccionado Argentino se presentó por segunda vez en Sudáfrica, en el año 1971, aparecieron “lungos” de diferentes características. El más destacado y hoy casi olvidado fue Jorge Wittman, “Witty”, otro magnífico tercera línea de Pueyrredón. Alto, estupendo saltador, hábil cuando tenía la pelota en sus manos.
Con él irrumpió quien, después, se transformó en uno de los mejores técnicos de la Argentina: José Javier “Tito” Fernández, a quien yo bauticé “El hombre nuclear”, asociándolo con un personaje de la TV donde la fortaleza y la elasticidad eran sobresalientes. En esos años ´70 José Javier jugaba para el club Deportiva Francesa. Pero después se integró al Hindú donde volcó sus virtudes como entrenador.
En la patria de los Springboks, Wittman mandaba en el fondo de la hilera y Fernández imponía su coordinación (había jugado al básquet) como segundo o cuarto de la fila. Esos nuevos Pumas pelearon la pelota con los “pantagruélicos” locales.
A fines de los ´70 surgió quien, para mí, fue el mejor saltador de todos: Ernesto Ure, segunda o tercera línea de CUBA, solvente en todas las tareas de un forward. El “flaco” fue decisivo en los ´80. Con él también incluyeron los hermanos Iachetti, Sandro y Marco, con dos metros de altura cada uno y una potencia física superior.
Casi simultáneamente se incorporaron al equipo nacional Gabriel Travaglini (el actual presidente de CASI), Eliseo Branca (uno de los más eficientes y de más larga continuidad en Los Pumas), el cordobés Passaglia, los porteños Carlos Bottarini y Virasoro. Todos tuvieron su momento y contribuyeron a estupendos test-matches, con victorias o resultados parejos contra potencias extranjeras.
Hubo años donde el line argentino era imbatible. Jugaban, por caso, Ure, Sandro Iachetti y Gabriel Travaglini. Tres gigantes que peleaban la pelota de la hilera ante cualquier encumbrado rival.
En los ´80 deslumbró quien considero el tercer “lungo” de mi “cuadro de honor”: el rosarino Gustavo Milano, un coloso en los lines y en las otras alternativas de nuestro deporte. Gustavo está en el mismo nivel de Scharemberg y Ure, los otros sobresalientes en el salto y en las restantes tareas de un forward.
La reseña podría ser larga pero sería injusto no mencionar a Sergio Carossio, Germán Llanes, Pedro Sporleder, José Simes, Cristián Viel, Alejandro Allub, Rimas Alvarez y Carlos Ignacio Fernández Lobbe, entre otros.
En los últimos años-cuando Santiago Phelan era el entrenador- Albacete y Carizza eran insustituibles. Lástima que no fueron convocados en estos últimos años pues su capacidad atlética y técnica podrían ayudar a los nuevos Pumas. Ahora gravitan Galarza (el mejor saltador elegido por el técnico Hourcade), Lavanini y algún otro hombre alto.
Estos últimos todavía están en la etapa de formación y, quizás, se transformarán en óptimos saltadores en los próximos años. Pero deberán progresar mucho para que no añoremos a los inolvidables Pumas que, desde los lines, contribuyeron a que el Seleccionado Argentino ganara la pelota lanzada a lo alto ante cualquier encumbrado oponente.
Por Nicanor González del Solar (www.urba.org.ar)
El capitán del equipo, Julián Montoya, se mostró autocrítico sobre algunas cuestiones del encuentro, pero a la vez rescató los aspectos positivos de Los Pumas, tanto en el...
Leer Más