En una cancha con mucha historia, la de Tucumán Rugby, jugarán el partido más importante de la tercera fecha el local y Huirapuca, uno de los últimos campeones.
Viejas leyendas se esconden en cada rincón de la cancha del Verdinegro. El segundo club más ganador del rugby tucumano tendrá enfrente a uno de los nuevos grandes del Jardín de la República.
Tan diferentes en su impronta como iguales en su pasión por la ovalada. Tucumán Rugby es uno de los clubes señeros en el norte y en todo el país. Fue el primer campeón tucumano en 1944 y es el club tucumano que más jugadores le cedió a Los Pumas. Por su parte, Huira anduvo penando en el ascenso hasta principios de los 90. Allí pegó el gran salto hasta lograr su primera coronación en 1999. Desde entonces y hasta ahora consiguió 4 títulos (incluido el del año pasado). O sea más que su rival de este sábado. Inclusive son diferentes desde sus raíces. Al Verdinegro les dicen los chetos, por su inevitable vinculación con la alta sociedad tucumana. Por su parte, Huirapuca llega desde Concepción, al sur de la provincia, en donde supo construir ladrillo por ladrillo el club del cual hoy se enorgullecen.
Toda esa historia, más todo el presente que habla de dos equipos que son serios candidatos, avizoran un partido para no perdérselo. Si los locales logran imponer su ritmo vertiginoso y su juego de mucha presión pueden llegar a ser letales. En los dos primeros partidos mostraron un juego casi sin fisuras y se prometieron dejar atrás las irregularidades que les jugaron en contra en los últimos años.
El otro puntero, Tucumán Lawn Tennis, tiene un partido como para seguir marcando el ritmo. Recibirá a Old Lions, que viene de perder en su cancha contra Jockey de Salta. Del trío de escoltas, el que tiene el partido más accesible es Cardenales, que será local de Tigres, aun cuando los salteños vienen de dar el batacazo frente a Santiago LT. Los otros dos tendrán compromisos exigentes: Universitario de Tucumán contra Lince y Jockey de Salta se las verá en el clásico contra Gimnasia y Tiro.
Por: Juan Urchevich
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