El cuento de la buena pipa

En muchos aspectos el rugby argentino ha crecido a pasos agigantados en los últimos tiempos, pero parece que en algunos lugares el siglo XXI no llegó.
Las primeras víctimas de los ultra amateuristas comenzaron con la persecución de Los Pumas del 65, mientras que después la cacería de brujas continuó arduamente durante las décadas del 70 y 80.
En 1995, con el final de Mundial en Sudáfrica, el mundo ovalado se sacó la careta haciendo oficial el profesionalismo. En el final de la década del 90, Argentina pagó muy caro su posicionamiento, pues los mejores jugadores comenzaron a emigrar y gracias al empuje de algunos dirigentes esos rugbiers pudieron vestir la camiseta Puma, pese a tener contratos profesionales con clubes europeos.
La historia reciente es más conocida. Desde antes del ingreso al Championship la UAR comenzó una política de segmentación de jugadores (contratados, becados, invitados y M20) para frenar el éxodo al exterior de los que se entrenan bajo el sistema del Plar.
Las nuevas víctimas fueron Los Pampas 2012, ya que la URBA prohibió según su estatuto que los jugadores que mantenían contratos con la UAR jugaran el torneo. Tuvo que intervenir la Secretaria de Deportes de la Nación para poder destrabar este conflicto. Ahora bien, los becados y/o invitados al Plar que realizan la misma preparación física sí tienen permitido la participación.
Con la llegada de los prime-ros contratados/profesionales el conflicto volvió. Las preguntas que se generan son muchas. ¿Es justo o injusto? ¿La URBA debería modificar su estatuto? Los becados y/o invitados al Plar sí pueden y los contratados no. Además desde un sector del rugby bonaerense acusan a clubes del interior de usar a los contratados para poder derrotar a sus clubes.
Son sólo un puñado de partidos, y con el calendario internacional que se viene, negarles la chance de estar presentes es una actitud egoísta y prehistórica.
Por: Lisandro Olearo
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