Sebastián Perasso, autor de la serie de libros Rugby Didáctico, tendrá un espacio semanal en CORDOBAXV para expresar todos sus conocimientos sobre el deporte de la ovalada. La historia, sus valores, aspectos técnicos y conocimientos generales.
Siempre me ha resultado difícil establecer y fijar una escala y ranking de jugadores teniendo en cuenta su desempeño deportivo. Se debe hablar – a mi juicio – de jugadores útiles y valiosos, o por el contrario, de jugadores poco relevantes para un team; en vez de tener la ligereza y arrogancia de tildarlos de “buenos” o “malos” sin estaciones intermedias.
En un deporte tan complejo como el rugby, donde la diversidad de tareas escapa a lo que las estadísticas puedan marcar, es por demás injusto clasificarlos y establecer una escala perfecta de rendimientos.
Cuando cotejamos jugadores tan disímiles y de características tan distintas entre jugadores del mismo puesto, resulta un contrasentido decir que un jugador es mejor que otro. Sería como comparar en el centro de la cancha, a un jugador impredecible, elegante y velóz como el australiano Brett Papworth, con el neocelandés John Tito Stanley, mucho más fuerte y tackleador, pero sin las destrezas ni la velocidad de aquel.
En igual sentido, establecer un ranking de entrenadores es – a mi criterio – una tarea más engorrosa todavía.
Una pregunta clave merodea en mi memoria desde hace tiempo ¿Quien es el mejor entrenador de rugby? ¿El que ha ganado más partidos o el que perdura más tiempo en el cargo? ¿Aquel que es amigo y confidente de sus jugadores o el que estudia y conoce profundamente el juego? ¿El que es un extraordinario orador o el que maneja las tácticas y estrategias con maestría y sapiencia?
Si bien en este asunto no hay respuestas simples ni conclusiones tajantes, creo que vamos a coincidir que el mejor entrenador es el que es capaz de elevar el rendimiento de sus jugadores – y en consecuencia del equipo – a su máxima expresión. Pero, así como no hay equipos iguales ni situaciones idénticas, es posible que un gran entrenador para un equipo determinado, no sea el coach ideal para otro. Por ello, la complejidad para establecer escalas es mayúscula.
La tarea del entrenador es tan grande, compleja y abarcativa que resulta imposible en la practica encontrar en el primer nivel un coach que sea mejor que otro en todas las facetas posibles (comunicador, motivador, educador, líder, desarrollador de jugadores, organizador, constructor de relaciones, estratega, etcétera), porque de hecho debería serlo en todos los rubros que la componen.
A su vez, la tarea del entrenador no se agota en el verde césped, por lo que medir el rendimiento solo dentro del campo de juego es a mi juicio equivocado.
En definitiva, no hay en el primer nivel del deporte, mejores o peores entrenadores, sino que hay coaches con determinadas características, que pueden explotar mejor que otros un determinado perfil.
Es posible que cada entrenador tenga un determinado costado o perfil rescatable.
Así, algunos tendrán el mote de “grandes motivadores”; otros de “grandes conocedores del juego”; o “grandes estrategas” por ejemplo.
Es cierto también, que algunos equipos necesitan de un determinado entrenador en detrimento de otros, a fin de poder acercarse a su máximo potencial y a su pico de rendimiento deportivo. Por ello, un equipo con reconocidas virtudes físicas y técnicas, pero con un aspecto mental deteriorado y debilitado, necesitará a todas luces de un gran motivador; de un coach que fortalezca en primera medida las habilidades mentales de sus dirigidos.
Aquel equipo que es unido, sacrificado y fuerte mentalmente, pero que carece del conocimiento de las destrezas básicas elementales, necesitará imperiosamente un entrenador estudioso y preparado en el conocimiento del juego para que su equipo se acerque y alcance su mejor performance posible. Y aquel equipo que navega a la deriva sin una táctica o estrategia de juego determinada, necesitará de un entrenador apto para explotar las virtudes propias y encontrar y usufructuar las debilidades y defectos del rival. Hay – en rigor – entrenadores diferentes, cada uno con su perfil característico, que lo convierten en valioso según el equipo involucrado.
Los buenos entrenadores son realmente aquellos que contribuyen a que sus dirigidos disfruten aprendiendo a dominar nuevas habilidades, se complazcan y encuentren alicientes en las emociones de la competición y por sobre todo se sientan realizados. No obstante, los entrenadores de éxito no solamente están circunscriptos a las aptitudes y técnicas del deporte, sino que exceden ese ámbito. Esto es, no solo enseñan los secretos del deporte, sino que además construyen y modelan las habilidades necesarias para vivir y desempeñarse con eficacia en la sociedad.
Por Sebastián Perasso
(Autor de la serie de libros Rugby Didáctico)
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