El final fue en el estadio de Vélez Sarsfield cuando no se jugó el partido contra Highlanders el 14 de marzo, fue suspendido apenas una hora antes debido a la inminente cuarentena que comenzó en Argentina por el coronavirus, en donde Sanzaar determinó que el partido quedaría empatado en cero.
En total Jaguares jugó 73 partidos con notable paridad ya que ganó 36, perdió 36 y empató uno, el mencionado 0-0 con Highlanders que terminó siendo un resultado de escritorio.
En 2016 sumó 4 triunfos y 11 derrotas. En 2017 terminó con 7 victorias y 8 derrotas, mientras que en 2019 fueron 9 partidos ganados, 8 perdidos, clasificando por primera vez a los playoffs siendo derrotado por Lions 40-23 en cuartos de final, y en 2019 terminó perdiendo por 19-3 la final contra Crusaders.
En la temporada 2020 al momento de la suspensión, había cosechado tres victorias y tres derrotas y se sumó la igualdad ante Highlanders. El máximo anotador de la historia de la franquicia fue Nicolás Sánchez con 391 puntos y el que más tries marcó fue Emiliano Boffelli con 21.
El crecimiento de Jaguares, liderado durante dos años por Raúl Pérez, Mario Ledesma y luego por Gonzalo Quesada, se sostuvo y se convirtió en la gran base de jugadores de Los Pumas, con nombres propios que hoy son figuras del seleccionado argentino y del rugby internacional de hecho varios de ellos brillaron en el reciente Tri Nations disputado en Australia.
La pandemia fue letal para los intereses de Jaguares que ya había dejado de ser el equipo a batir por las franquicias en el Hemisferio Sur, cumpliendo una especie de trámite, y que poco a poco ya estaban preocupando a las potencias, en especial las de Nueva Zelanda y Australia.
Desde esa formación que inició su participación en 2016 hasta 2020, Jaguares se convirtió en el equipo que venció a los poderosos, provocando que la simpatía al inicio se convirtiera en un llamado de atención y crítica, tomando como argumento que la franquicia argentina eran Los Pumas, y que eso marcaba diferencias.
La pandemia colaboró con los intereses de oceánica y cada país organizó su propio Super Rugby, dejando de lado a los sudafricanos y también a los argentinos.
Viajar a Argentina para jugar ya no estaba mal visto por la gente del mar, el viaje era muy largo, demandaba demasiadas horas y un alto gasto de dinero, por lo que la franquicia argentina se quedó sin nada y no entró en ningún proyecto, como el Trans-Tasman.
El objetivo de la UAR fue más que cumplido. La Unión implementó un proyecto de entrenamiento de Alto Rendimiento (PLADAR) con la intención de sumar jugadores de todo el país, dándoles entrenamiento adecuado y competencia exigente, haciéndoles un contrato y sumándolos a Los Pumas en el futuro y así fue.
Lo que nadie esperaba es que en tan solo cuatro años el proyecto tuviera tanto éxito jugando una final contra Crusaders, dejando franquicias calificadas en el camino e iluminando una generación de nuevos jugadores que dieron más vida al ambicioso plan.
Pero, la pandemia se instaló y eso cambió todo. Ante la imposibilidad de participar en una competición oficial, la UAR dio luz verde a los jugadores de la franquicia comandada por Quesada para aceptar ofertas del exterior, siguiendo el camino iniciado a principios de año por Ramiro Moyano (Toulon), Pablo Matera (Stade Francais) y Tomás Lavanini (Leicester).
El siguiente en irse fue el técnico a Stade Francais y luego el éxodo fue imparable con la partida de Jerónimo de la Fuente (Perpignan), Marcos Kremer (Stade Francais), Guido Petti y Bautista Delguy (Bordeaux), Santiago Montagner (Stade Montois), Lucas Paulos (Brive) y Emiliano Boffelli (Racing), Matías Orlando, Mateo Carreras y Santiago Grondona (Newcastle), Matías Alemanno, Santiago Carreras (Gloucester), Agustín Creevy (London Irish), Nahuel Tetaz Chaparro (Bristol), Joaquín Díaz Bonilla y Matías Moroni (Leicester), Tomás Cubelli, Julián Montoya, Santiago Medrano, Tomás Lezana, Domingo Miotti (Western Force), Lucio Sordoni, Ignacio Calas (Melbourne Rebels) y Joaquín Tuculet (Toronto).
Los jaguares aún quedan por determinar su futuro, pero lo concreto es que el gran proyecto de la UAR se derrumbó como un castillo de naipes, justo en el año en que buscaban consolidarse definitivamente entre los equipos de élite.