La cúpula de la Sanzar aterrizará en Buenos Aires para presentar el martes, en una conferencia de prensa junto a las máximas autoridades de la UAR, el nuevo Rugby Championship, al cual los Pumas ingresarán el año próximo para jugar regularmente un torneo por los puntos frente a los All Blacks, los Wallabies y los Springboks.
Es claro el enorme impacto que tendrá esta movida histórica no sólo en el seleccionado nacional, sino en todo el rugby argentino. Más aún: el éxito o el fracaso no dependerá exclusivamente de lo que ocurra dentro de la cancha. Por eso, es necesario avanzar lo antes posible en cuestiones esenciales para estar mínimamente a la altura de semejante acontecimiento deportivo y económico.
Pero, ante todo, es imprescindible un orden interno, que en estos días, nuevamente, se está resquebrajando a límites peligrosos para los momentos que se vienen. Recordemos. Hace dos años, todas las Uniones del país se unieron para ganarle la presidencia de la UAR a Buenos Aires por primera vez en la historia. Pues bien, esa comunión ya no existe, y podría hacer eclosión en la renovación de autoridades prevista para marzo de 2012.
Si desde siempre se vivió una puja interior-Buenos Aires, ahora es Tucumán-Córdoba, con distintos aliados en ambos sectores. O sea, la disputa es en el seno de la actual conducción de la UAR, y en sus niveles más altos. Y no se vislumbra un eje específico en cuanto a lo que hay que hacer en el futuro, sino que la pelea parece ser por el poder mismo.
Ese pleito entre las dos Uniones más fuertes después de Buenos Aires ya lleva un tiempo, pero empezó a salir a la luz en los últimos días, especialmente después de la Copa del Mundo y casi al unísono del acuerdo para ingresar al Rugby Championship. El fin de semana que pasó, mientras Córdoba festejaba sus 80 años con la presencia del presidente de la UAR, el tucumano Luis Castillo, Agustín Pichot disparó desde su cuenta de Twitter (@AP9_): “Hay dirigentes cordobeses que no les importa nada”.
¿Dónde está el epicentro de este conflicto? Córdoba quiere la presidencia de la UAR, porque entiende que le corresponde luego de los dos años de Tucumán. O, en su defecto, el control de la ahora poderosa comisión de Alto Rendimiento, comandada por otro tucumano, Manuel Galindo. La unidad de 2010 hoy por hoy no existe. Y, en el medio, hay otras cuestiones que tienen que ver con críticas hacia el manejo de asuntos vinculados a distintos contratos, aunque, en el fondo, la puja tiene el olor del poder.
¿Y Buenos Aires, la Unión que con su casi 50 por ciento de los votos puede volcar cualquier elección? También tiene su lucha interna, con las esquirlas del cambio de mando que se produjo a fines del año pasado. Ahora hay que renovar la mitad del Consejo, y otra vez habrá dos listas. Se sigue machando con el Plar de la UAR, pero igual que en la entidad madre, la pelea es por el poder.
En este escenario llega el Rugby Championship y el vínculo con la poderosa Sanzar, que, se insiste, es la F1 del rugby. Si toda la dirigencia argentina no se calza otro traje, hay riesgo de colisión.
Por Jorge Búsico (Para LA NACION)
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