AUCKLAND, Nueva Zelanda.- “Gonzalo, Gonzalo… ¡Cómo no entraste a patear vos!”, le gritan desde un automóvil a Gonzalo Quesada. Él sonríe y levanta la mano derecha en agradecimiento.
El ex apertura de los Pumas es uno de los dos argentinos -el otro es Patricio Noriega, a cargo del scrum australiano- que aún están en el Mundial. Desde hace poco más de tres años es entrenador asistente de Francia; más específicamente, de pateadores, función que ocupa con gran placer, pero que parece llegar a su fin.
La experiencia acumulada en su carrera como deportista y ahora como ayudante de Marc Lièvremont le permiten ir por más. Siente que llegó el momento de crecer.
“Quiero ser entrenador, tener más responsabilidades. Estuve cerca de ir a Stade Français como entrenador de tres cuartos, pero no quisieron esperar hasta después del Mundial. Ése es el camino que voy a intentar seguir cuando termine esto. Francia no va a proponerme ser entrenador de backs. Hasta junio voy a sentarme a ver, levantar el teléfono, volver a reunirme con gente”, anuncia Gonzalo, que, como en cada partido que afronta Francia, mañana y frente a Gales, en la primera semifinal, estará en el banco de relevos.
A los 37 años, el máximo anotador argentino en mundiales y goleador en Gales 1999 anticipa que si la Unión Argentina de Rugby (UAR) lo requiere, él podría poner su experiencia al servicio de los Pumas, aunque aclaró que no hubo contactos oficiales. “Obvio que me gustaría estar con los Pumas. Junté una linda experiencia, formándome y capacitándome. Si disfruto ejercer ese trabajo con los franceses, imaginate cómo sería con los Pumas, con mi camiseta. Mi objetivo es aprovechar algunas puertas que fueron abriéndose en este último tiempo y entrenar también. Hubo algunos cruces con personas de la UAR, me han dicho de juntarnos, pero no hubo nada oficial”, dice el ex apertura de Hindú, que además jugó en Narbonne, Béziers y Stade Français.
En su futuro se asoma una casi certeza. Tras la participación gala en Nueva Zelanda es poco posible que siga en su posición: “Las que sí son oficiales son las reuniones con la FFR [Federación Francesa de Rugby] por la continuidad. En las condiciones en que estoy ahora no seguiré. Ayudaré a dos o tres jugadores o algo por el estilo”, advierte.
-¿Te interesaría sumarte al staff argentino?
-No hay mucha apertura o interés real de la UAR. Me interesaría, pero hoy me veo más cercano a Francia que a la Argentina. Estos últimos años con el seleccionado francés, más lo que viví en los Pumas, mi experiencia en Hindú y en los clubes de afuera, hacen que vea cosas que funcionan y otras que no.
-¿Cómo sigue tu vida laboral tras el Mundial?
-Gracias a este trabajo viajé mucho, conocí mucha gente, especialistas y deportistas de alto rendimiento. Por un lado hay oportunidades de seguir haciendo esto; tengo algunas de jugadores y clubes para entrenar pateadores. Otro camino es seguir como entrenador o técnico, enfocado más en la parte de biomecánica, y abrirme a otros deportes, como el golf. El método que aplicamos a los pateadores sirve para otros deportes. Se basa en lo mismo: cómo optimizar el juego. Y lo otro, lo que más me interesa, ya que conviví mucho con lo que es coaching en la cancha, es seguir con el rugby a fondo.
-La Argentina, durante el Mundial, tuvo un problema de efectividad en los envíos a los postes…
-Es complicado… Todos sabemos que Felipe [Contepomi] es un pateador certero y de clase internacional. En caso de que se lesione, como ocurrió, no sé hasta qué punto Gurru [Martín Rodríguez] estuvo preparándose. Ser pateador en un Mundial conlleva una preparación específica. Fue mala suerte que Feli se golpeara feo en el primer partido.
-¿Cómo trabajás durante el año?
– Hago dos ciclos paralelos. Tengo siete jugadores que sigo todo el año, de los cuales tres o cuatro son prioritarios, los veo todas las semanas. Con ellos el trabajo se remite a filmarlos y seguir los gestos con tecnología aplicada a eso. Dos días por semana trabajo en el centro de entrenamiento de Francia y en el resto lo hago en los clubes. Además, está el trabajo en giras y ventanas internacionales, en las que la tarea es acompañarlos a patear y trabajo técnico. Estos casi cuatro años me permitieron convencerme de algo que jamás habría pensado: estar ligado al juego me hace feliz, lo disfruto mucho.
Por Santiago Dapelo (canchallena.com)
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