Con un nombre y un recorrido atípico, Bruno Banani sólo puede despertar simpatías como el primer deportista de Tonga en participar en los Juegos de Invierno, Sochi 2014.
Banani, de 26 años, podría muy bien ser colocado en la categoría de los ‘excéntricos olímpicos’, una hermandad en la que los líderes serían el británico Eddie Edwards, que pese a su miopía intentó los saltos de esquí en los Juegos de 1988, y el equipo de bobsleigh jamaicano, cuya odisea en Calgary inspiró el film ‘Elegidos para la gloria’.
Banani, nacido en Tonga, un archipiélago de 100.000 habitantes perdido en el Océano Pacífico, nunca había visto la nieve antes de 2009, fecha de su primer descenso en la temible pista de Altenberg, en Alemania, pero no sería justo olvidar que este exjugador de rugby obtuvo algunos buenos resultados en el circuito mundial, como una 28ª plaza en el Mundial de 2013. Su decubrimiento del ‘luge’ se parece a un cuento de hadas… O de princesas: fue la princesa Salote Mafile’o Pilovelu Tuita, quien, tras un encuentro en la estación suiza de deportes de invierno de Saint Moritz con Alberto II de Mónaco, expiloto de ‘bobsleigh’, se metió en la cabeza crear la Federación de Luge de Tonga.
Casting
Para fichar a su primer deportista, la princesa organizó un casting entre los jugadores de rugby de Tonga y encontró a Banani, pero no es por eso por lo que Banani se ha hecho notar en los Juegos. Es el primer participante en unos Juegos Olímpicos en llevar el nombre de una empresa, la de un fabricante alemán de ropa interior.
Aconsejado por una agencia de comunicación, Fuahael Semi, como fue inscrito al nacer en el registro civil, hizo lo necesario para cambiar de nombre y convertirse en el homónimo de su patrocinador. Descubierto por la prensa alemana en 2012, el asunto tuvo mucho eco: el actual presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, que presidía entonces el Comité Olímpico Alemán, había calificado la iniciativa de “idea de márketing perversa”.
El principal interesado no comprende todavía la polémica: “No creo que sea grave, la mayor parte de la gente se ha acostumbrado a mi nombre”, asegura. “Sueño con un lugar entre los 30 primeros”, lanza con una gran sonrisa antes de su debut olímpico el sábado. Según los técnicos de la selección alemana, con los que se entrena, Banani, hijo de un productor de cocos, no debe tomarse a la ligera en una disciplina peligrosa, como mostró en 2010 la muerte accidental del georgiano Nodar Kumaritashvili.
“Es un gran atleta y no se le puede etiquetar para nada como el Eddie Edwards del ‘luge'”, asegura Norbert Loch, el muy respetado entrenador del temible equipo de Alemania.
AFP
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