Las caras se desfiguran tras el pitazo del galés Nigel Owens y los abrazos se mezclan hasta la locura de fundirse y ser un solo abrazo de ronda. El estadio explota de fervor. Australia cae rendida al rugido puma y los calificativos sobran en el tiempo y espacio.
Las palabras del capitán Agustín Creevy llegan al corazón de cada jugador y calan hondo, hasta el fondo del alma… allí, donde las venas explotan de pasión, en un dúo de colores, celeste y blanco.
El viejo yaguareté dejó rendido al canguro, lo dejó boqueando, sin salto de calidad y con la cara amarilla de tackles. Justo allí, en la tierra del vino donde Mendoza se embriaga de rugby. Lo fue carneando con la paciencia de un cirujano y le fue metiendo fuego a esa certeza de darlo todo, como siempre, inclusive en la adversidad.
Atrás quedan las críticas, las estadísticas, pero solo por hoy. Mañana la historia dirá que es otro el cantar para el equipo del (para muchos) discutido Daniel Hourcade. Estos Pumas a los que muchos (me incluyo) les a pedimos más y más.
Hourcade, ¿lo conocen? Es ese tucumano que nunca jugó, ni jugará en Los Pumas, pero que sabe lo que significa darles a sus equipos el alma y su sabiduría. En esa, su sapiencia, hay un camino indiscutido. Hourcade, guste o no, tiene honores y ya quedó en le historia en ser el primer entrenador en ganarle a una potencia en el exigente Rugby Championship.
Hourcade, o mejor dicho, el “Huevo”. El que nació deportivamente en el serpentario del Universitario. Club al que le dio su simple juego y sus vitrinas llenas de copas en diferentes divisiones. El que un día se vistió de “Gaucho” y le dio una identidad al sureño Huirapuca para mandarlo a ser patrón del rugby tucumano.
El “Huevo”, el que le fue sacando el jugo a los “Naranjitas” que luego fueron “Naranjas”. El que le dio a Portugal esa oportunidad única de ser mundialista y que luego volvió para darle rienda suelta al rugido de “Jaguares” y a la pujanza de sus “Pampas”.
Daniel, el que agarró un fierro caliente luego de la triste salida de Santiago Phelan. El que cambio del capitán, el que contestó y contesta con trabajo. El que puso en cancha a estos “cachorros de pumas”, que hace unas horas se recibieron de Pumas de verdad y dejaron el biberón para alimentarse solos y lo ratificaron al saber por fin cerrar un partido y cantar victoria.
Los Pumas, del “Huevo”. Ese hombre que les seguirá pidiendo que den más y más. Hourcade, el que nunca se podrá comparar con el indiscutible “Tano” Loffreda, el que nunca tendrá la espalda de “Tati” Phelan para bancarse lo que venga, y que pese a todo, aun así, sigue de pie aguantando las buenas y las que no lo son tanto.
Hourcade el que apuesta y acierta. El que cuando se equivoca y va al paredón.
El que debe seguir demostrando por qué le dieron el buzo que muchos quieren. Un argentino que tuvo la dicha de nacer en una provincia enferma de rugby y que cree en sus jugadores sean porteños, mendocinos, tucumanos, santiagueños, salteños, rosarinos o cordobeses, entre tantos más hombres del rugby federal.
El “Huevo”. El técnico que tuvo los “huevos” suficientes para confiar en sus jugadores y por primera vez ganarle a un equipo en el torneo que los Pumas nunca antes soñaron jugar. Un tucumanito que nunca jugó en Los Pumas y que nació en Argentina. Al que de ahora en más se le pedirá que de más de lo que dio.
Por Patricio Guzmán (Gentileza para Córdoba XV)
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