Una reunión fuera de agenda de ocho horas y de la que participaron todos los presidentes de las Uniones del país concluyó sin acuerdo en viejos conflictos, con nuevas disidencias en otros temas y con un clima que incluyó gritos, desconfianzas, sospechas, escenas cercanas a la violencia. Una reunión fuera de agenda de ocho horas y de la que participaron todos los presidentes de las Uniones del país concluyó sin acuerdo en viejos conflictos, con nuevas disidencias en otros temas y con un clima que incluyó gritos, desconfianzas, sospechas, escenas cercanas a la violencia y hasta un amague -no concretado- de Buenos Aires para no disputar el próximo campeonato Argentino. A esta altura, ya no se puede hablar de un estancamiento en la dirigencia del rugby nacional; lo que se vislumbra, a juzgar por los hechos, es un retroceso.
El cónclave, efectuado el martes pasado en el Hotel Panamericano, en pleno centro porteño, no fue difundido a través de la Unión Argentina de Rugby (UAR), y quien esto escribe se enteró vía un mail con remitente de fantasía -Doreen Morgan- que sirvió para averiguar si se trataba de algo cierto y, con la confirmación, a intentar reconstruir la historia.
Se trataron cuatro temas: 1) Aprobación de los nuevos estatutos; 2) El conflicto UAR-SportFive; 3) Los futuros calendarios y 4) La marcha de la flamante subcomision de Rugby Profesional. En ninguno hubo acuerdo. Por lo tanto, se habría resuelto convocar a otra asamblea extraordinaria a 45 días de la fecha. Sin embargo, ese plazo se cumpliría a mediados de noviembre, en plena gira de Los Pumas por Europa y de una reunión importante del IRB en Dublin, en la cual se analizará, entre otras cosas, la marcha del plan argentino. O sea, en esos días buena parte de la dirigencia de la UAR no estará aquí.
El conflicto con SportFive pueder servir para reflejar cómo la dirigencia argentina no logra ponerse de acuerdo en los temas más trascedentes, aunque este no sea precisamente el más importante. Al parecer, avanza la posición de aquellos que quieren ponerle un corte al asunto y para ello se habla de una cifra escalofriante: dos millones de dólares que, vale aclararlo, los pagará -si es que prospera esa idea- todo el rugby argentino.
Pero en el transcurso prevalecen dos opiniones -los que desean llegar ya un acuerdo y los que pretenden que el caso llegue hasta las últimas consecuencias- que tienen verdades a medias. Veamos. De un lado se sostiene que hay que arreglar porque el IRB está preocupado por el asunto, que no se puede seguir con una UAR concursada y que ello genera, entre otras cosas, desconfianza en futuros sponsors. Del otro se argumenta que Bernard Lapasset está al tanto de todo y que sabe que el tema lo maneja la justicia, que con la entidad concursada igual se logró no sólo eliminar el rojo comercial sino avanzar a un importante superávit y que los contratos que se renovaron este año con las empresas en algunos casos hasta triplicaron los montos anteriores. En todos hay certeza.
Hasta el momento, la UAR ha tenido muchos más triunfos que derrotas en el ámbito de la Justicia, pero también es cierto que este conflicto no se puede llevar a la eternidad y que en su momento se facultó al consejo para que defina cuál es el mejor camino. Arreglar con SportFive a cambio de dos millones de dólares suena tan a despropósito como seguir con esta mochila encima de por vida. Todos deberán resignar intereses personales de todo tipo para intentar que el rugby argentino salga lo menos lastimado de esta situación y, además, tomar el ejemplo para que esto no suceda nunca más.
Pero no sólo en SportFive está trabada la situación. Buenos Aires y el Interior siguen sin ponerse de acuerdo por el ya gastado tema de la asignación de votos y, ahora, se agregaron otros dos focos de conflicto: los calendarios de la próxima temporada y cómo está conformada la mesa del rugby profesional.
Desde la UAR -el mismo Porfirio Carreras- se propuso modificar las fechas del Campeonato Argentino. Se manejó marzo por un lado y noviembre por el otro. Buenos Aires no aceptó esta última ni tampoco, al menos en esta reunión, se dispuso a revisar el calendario del torneo de la URBA. En medio del fragor de la discusión, Néstor Galán llegó a mencionar que Buenos Aires podría no llegar a presentarse, aunque algunos estimaron que sólo se trató de una expresión no deseada al calor del debate.
El Interior, por su parte, cuestionó la conformación de la subcomisión de rugby profesional y no precisamente a la inclusión de Agustín Pichot, a quien, con razón, se lo considera como el más capacitado para manejar el tema. Se preguntó porqué hay cuatro que son dirigentes amateurs y, según esa línea de argumento, con poca experiencia en esas lides, aunque convendría preguntarse si hay algún dirigente argentino que conozca verdaderamente el paño del ámbito rentado.
Se ha vuelto a escuchar, como en el 99, que este es el último tren. El tema vuelve a ser el mismo: ¿Cómo, cuántos y a qué tren? En la entrevista que se le realizó periodismo-rugby a Carreras, este señaló un consejo bien valedero que recibió de los enviados del IRB: Antes de dar cada paso, fijénse quiénes vienen atrás; si están acompañados o van solos. El mismo Porfirio agregó una cara de preocupación cuando señaló que es consciente que no cuenta con todo el apoyo y que lo miran con desconfianza cada vez que da un paso. Ese apoyo hoy hasta está en duda de parte de los mismos clubes -los de Buenos Aires- que lo llevaron a la presidencia de la UAR.
Ese escenario de desconfianza no es menor a la hora de este análisis. La desconfianza y la sospecha son los parámetros por los cuales se maneja la dirigencia del rugby argentina. Si alguien opina algo se lo acusa de estar influenciado por otro; los que se fueron y los que vendrán siempre sospechan de los que están y lo que se dice por lo bajo no siempre se sostiene a la hora de votar. Incluso, aunque es una cuestión menor, quien esto escribe está sospechado. Algo está claro: nadie habla de acuerdos. No existe la unidad hacia un camino determinado.
Volviendo a la figura de los trenes, el rugby argentino tiene a mano un ejemplo que sí valdría la pena no dejar pasar: el de Los Pumas en el Mundial. Ya en la recta final, jugadores, entrenadores y todo el resto del staff decidieron subirse a un tren al cual se treparon en el último vagón los dirigentes. El maquinista de ese objetivo claro fue Pichot, quien hoy, desinteresadamente más allá de las sospechas que también le caen a él, se subió a este tren cuando a esta altura del campeonato bien podría dedicarse a otra cosa. Ocurre que el 9 entiende aquello que enseña este juego y por el cual en algún momento de la vida hay que devolver todo lo que se recibió. Bien, ese tren, el del Mundial, ya sabemos todos adonde llegó y los muy poquitos que se quedaron haciendo piquetes y quemando vagones se tuvieron que rendir.
Por eso es necesario -y para ello es imperioso que el rugby argentino efectúe un amplio debate para discutir y aunar ideas- saber a qué tren hay que subirse. ¿Al tren bala que propone la IRB con el riesgo de que sólo lleve como pasajeros a un pequeño grupito en primera con escudos y corbatas de la UAR? ¿No sería mejor analizar si antes no se deben construir nuevos ramales que permitan mejorar el funcionamiento doméstico para viajar más cómodos y de acuerdo a nuestras necesidades?
De ningún modo se trata de cargar culpas que no tiene a la actual conducción de la UAR, desde hoy instalada en nuevas oficinas que responden, según el comunicado oficial, a la profesionalización de todas sus estructuras. De hecho, se produjo un avance sustancial con la elaboración del Plan de Desarrollo (espero en algún momento difundirlo desde este espacio). El tema es que ver si cuenta con el apoyo interno suficiente p
ara darle cuerda. En ese sentido, sería importante que no se la deje sola ni que tampoco se aisle como sucedió en experiencias anteriores.
Antes de subirse al tren bala habría que analizar las alternativas que ofrece el tren doméstico. Desde aquí proponemos detenerse en algunas estaciones: 1) Que el Interior abandone su queja constante y archive su política de venir a Buenos Aires sólo pedir giras para sus dirigentes o favores a cambio de votos para lanzarse a un proyecto serio que no pase sólo por los porcentajes de los votos y sí por tener participación en la mesa diaria de decisiones; 2) Que Buenos Aires -y esto no inlcuye sólo a la cúpula de la URBA- no resigne el poder que nadie le puede discutir pero que de una buena vez por todas piense sinceramente en un rugby federal; 3) Que se divida el rugby amateur con gente -que hay mucha- que vuelque allí todos sus conocimientos y el profesional con gente realmente capacitada -y rentada- para llevarlo adelante; 4) Que se promulgue el sano debate de ideas; 5) Que se trabaje con más intensidad en temas tan importantes como insertar a Los Pumas en una competencia internacional: prevención, medicina (la subcomisión tiene que estar presidida por un médico), arbitraje, infantiles, reglamentos, competencias; 6) Que una vez que se defina el tren a subirse, se llenen todos los vagones.
No es una tarea sencilla ni tampoco se puede hacer de un día para el otro. Se necesita tanta paciencia como capacidad y grandeza. Ese es el tren que no se puede dejar escapar.
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